14/1/21

MAUDE LEWIS Y LA FIGURA DEL "IDIOTA"
















El hallazgo de la canadiense Maude Lewis me remite una vez más a la figura del entrañable “idiota”. Retomo, pues, la publicación de El Idiota (Pre-Textos, 2019), un texto de María Zambrano seguido de breves ensayos de varios autores y al que contribuí con una mínima aportación: el ejemplo de Petit Pierre (que también traté en este blog y se puede ver aquí).

Según algunos de estos autores, ¿de qué hablamos cuando hablamos del idiota?

Esperanza López Parada escribe:

El término “idiota”, al que los romanos dieron el significado que nosotros compartimos, entre los griegos significaba lo propio, lo de uno, lo individual, lo no común, general o compartido. En cuanto tal, en cuanto productor de actos raros, abandonados, imposibles de incorporar a un engranaje de rentabilidad y sistema, el idiota es el mayor generador de realidad, el que más “efectos de lo real” desencadena en ese vivir suyo a su modo, peculiar, abandonado, autárquico, independiente e intransferible.

Clément Rosset, sobre la base de su etimología (idios, “propio” en griego), mesuró que era una característica inherente a todas las personas y particular de ellas, es decir, singular y no universal.

Como apunta Jose Luis Pardo, Idiôtès, idiota, significa simple, particular y único.

Chantal Maillard añade: Simple es aquel que no tiene doblez.

E Ignacio Castro Rey: …hoy es idiota –rozando la locura- quien es sencillamente coherente. Quien no sabe desdoblarse.

Del idiota dice María Zambrano que no se diría que percibe, sino que sabe. (…) Un remoto saber, sumergido en el silencio, como con todo saber sucede.

Maude Lewis (1903-1970) fue una pintora canadiense de la provincia de Nueva Escocia. Sufrió desde muy joven una artritis reumatoide que fue lentamente deformando su cuerpo, lo que provocó que en la adolescencia abandonara el colegio debido a las burlas que sufría por parte de sus compañeros (tal como le ocurrió a Petit Pierre). Maude vivía con sus padres hasta que ambos fallecieron en un lapso de dos años. Se quedó sola con su hermano que, poco después la envió a vivir con una tía mientras él dilapidaba la herencia familiar.

Por influencia de su madre, Maude se había introducido en la pintura dibujando con ella tarjetas de Navidad. Nunca abandonó esta actividad, dibujaba en los soportes que se le ponían a mano flores, pájaros, gatos, ciervos, mariposas y otros elementos o escenas de la naturaleza circundante.

Sin casa ni medios propios, vivir custodiada por su tía resultaba un incordio para ambas, de modo que Maude se debatía por conquistar cierta autonomía. Un día conoció a Everett Lewis, un cuarentón taciturno y solitario vendedor de pescado que vivía en una apartada casita de una sola habitación. Se puso a su servicio como mujer de limpieza con residencia incluida y, poco después, terminó casándose con él.








 Entre pucheros y escobas, Maude encontró unos restos de pintura y algo de tiempo para continuar pintando sobre los soportes que el habitáculo le ofrecía: paredes, puertas, ventanas estufa, cartones, tablas… y, por supuesto, las acostumbradas postales navideñas que acabó ofreciendo por 25 centavos a los clientes de su marido. Con ellas, el éxito obtenido fue tal, que comenzó a vender obras de mayor tamaño. Pronto una afluencia de curiosos se empezó a concentrar alrededor de la pequeña cabaña para conocer la obra de Maude y comprar sus pinturas. Estas pasaron a venderse, del puñadito de centavos inicial, a unos 7 ó 10 dólares.
















Everett apoyaba a su mujer y la animaba a seguir pintando. La casita se convirtió en el centro de atención del lugar y su breve fachada frontal, en peculiar galería de arte donde se exponía y vendía la obra.  

La tímida y singular pareja nunca se mudó de su pequeña cabaña aislada; desde allí, disfrutaron de compartir con sus visitantes los sencillos placeres que proporcionaban aquellas pinturas naïf luminosas y brillantes que tantas personas celebraban con ellos.



Maude murió de una neumonía en 1970 sin poder cumplir con muchos de los encargos que recibió en los últimos años de su vida. En 1979 Everett cayó víctima de un disparo de bala durante un intento de robo en su casa. Posteriormente, algunas pinturas de Maude comenzaron a cotizarse en subastas por valor de miles de dólares.

Actualmente la cabaña de la pareja se encuentra expuesta en la Art Gallery of Nova Scotia. En su lugar original se levantó una réplica de acero.

La película “Maudie, el color de la vida” (2016), dirigida por Aisling Walsh, recrea la historia de Maude, historia simple, es decir, sin dobleces; que, con una sencillez poética, roza lo inefable de la idiocia.

En su ensayo sobre El Idiota Jose Luis Pardo apunta:

Haría falta un procedimiento –un arte- capaz de dejar las cosas tal y como son, en su radiante idiotez, un arte capaz de respetar su intimidad sin añadir nada, capaz de pintar la idiotez misma en que consiste ser alguien, totalmente exenta de bondad o maldad, de belleza o de fealdad, perfectamente inocente y simple. Ahora bien, ¿no consiste el arte precisamente en eso?

1 comentario:

AmaliAilamA dijo...

Me encanta el artículo y el homenaje a esta mujer que yo no conocía.
Gracias AnaLuisa!