El pequeño-gran Pierre Avezard, conocido como "Petit Pierre", nace el 30 de diciembre de 1909 en Vienne-en-Val (le Loiret).
Llega al mundo, como él mismo decía, "pas fini" (sin terminar) en el seno de una familia de campesinos. Su madre siempre atribuyó este nacimiento antes de término a que durante su embarazo, estando un día en el campo, vio una serpiente que le dio muchísimo miedo, se asustó tanto que estaba convencida de que ésa era la causa de las malformaciones de su Petit Pierre.
Prácticamente sordo y mudo, con el rostro deformado, una oreja casi inexistente, boca torcida y ojos fuera de su sitio, sufre las burlas y el desprecio de sus compañeros en la escuela. A los siete años la abandona y Thérèse, su querida hermana mayor, le va enseñando en casa un poco de lectura y escritura. Nada deja prever que el encantadoramente diferente Petit Pierre alcanzará un día celebridad internacional.
Es soñador y ama su soledad. Cuida y pastorea las vacas y recoge objetos con los que construye artilugios móviles. Cuando nace su hermanito Léon, hace para él asombrosos juguetes articulados.
Petit Pierre va creciendo y, con él, también el siglo XX y sus múltiples acontecimientos, incluidas las dos guerras mundiales, los avances fruto de la Revolución Industrial, la aparición del automóvil...
En 1935 es contratado como pastor (el oficio de los inocentes) en una granja agrícola donde, mientras cuida a los animales, observa la naturaleza, a los hombres y mujeres trabajando y ve invadirse poco a poco los campos de máquinas que le fascinan. En su soledad, Petit Pierre pasa el tiempo analizando, desentrañando y reproduciendo el movimiento, primero en su cabeza y después en sus manos.
Duerme entre el heno, arriba del establo. Los otros trabajadores, como aquellos niños de la escuela, se siguen burlando de él y una noche le quitan la escalera para que no pueda bajar por la mañana. Entonces Petit Pierre idea una instalación que le permite fijar a una viga su cama con una escalera retráctil que recoge cada noche.
Él ha visto los aviones bombarderos de la guerra y pronto construye uno de juguete que bombardea remolachas para sus queridas vacas. Pedaleando sobre una bicicleta, hace deslizarse su avión por un cable que una grúa carga de remolachas y, en su vuelo, el avión distribuye la carga a las vacas. Éstas, agradecidas, dan mucha leche.
Pero no todo el mundo maltrata e insulta a Petit Pierre. Además de su familia, otras personas lo encuentran entrañable y lo tratan con amabilidad; entre ellos sus patrones, que le facilitan un pequeño terreno en un rincón de la granja con una casita a su disposición de por vida.
Petit Pierre se instala allí en 1955 y en su estimada soledad de tiempos de ocio comienza a idear construcciones más voluminosas: primero una Torre Eiffel de madera de 23 metros de altura; después va adjuntándole a ésta diversos circuitos superpuestos que puebla de sujetos animados. Para ello utiliza toda clase de materiales de desecho y elementos encontrados: ruedas engarzadas con neumáticos de Mobilette, alambres, chapa, latas de conserva, retales de tela...
Puesto que sus construcciones son visibles desde el camino, comienzan a aparecer curiosos interesados en el insólito mecanismo, así que Petit Pierre organiza para su público visitas dominicales cada vez más concurridas.
Durante la Segunda Guerra Mundial un avión había caído cerca de allí; ¡todo un arsenal de materia prima para las manos de Petit Pierre! En 1970 su obra incluye un centenar de figuras de metal recortado y pintado que se mueve por un sistema mecánico de mandos accionados por él. Aprovechando, además, las enseñanzas de su hermana Thérèse, escribe cartelitos indicadores para los visitantes.
Petit Pierre juega entusiasmado con su monumental juguete y con la alegría de compartirlo, pero tampoco se priva del toque gamberro del juego. Si alguien se acerca demasiado a la vaca eléctrica - como recomienda su propio cartel -, es rociado por un chorro de leche. Algún avión bombardea con bolitas de hierro a los visitantes bajo el estruendo de uno de esos verdaderos bombardeos que tanto le habían asustado. Éstas y otras bromas en forma de chorritos de agua las maneja también hábilmente Petit Pierre desde los mandos mecánicos de su gran juguete.
El carrusel sigue creciendo. En un principio, su creador lo hace funcionar pedaleando, pero posteriormente el ingenio aumenta: el mismo motor de la lavadora en la que Petit Pierre lava su ropa, pone en movimiento el gran carrusel.
Fiel a sus visitantes, cada primavera restaura lo que se ha deteriorado durante el invierno para hacerlo girar en condiciones. Incluso cuando sufre su primer ataque de hemiplegia sale del hospital en un taxi todos los domingos a mediodía para atender a su público como merece.
Petit Pierre es muy inteligente, tiene una memoria fotográfica y no olvida el menor detalle de cuanto ha visto. Y ha visto mucho, porque puede viajar gracias a su hermano pequeño. Léon ha estudiado ingeniería aeronáutica y lo lleva todos los años a alguno de sus viajes. El carrusel se alimenta de las múltiples observaciones y sensibilidades de su autor.
Petit Pierre pasa casi cuarenta años creando y enriqueciendo esa sorprendente máquina poética única en el mundo. Pero con los años y las dolencias, su salud se debilita y ya no puede ocuparse del mantenimiento de esa obra que comienza a deteriorarse con él.
Familiares, vecinos y admiradores tanto del carrusel como de su entrañable autor, empiezan a inquietarse por el deterioro de la obra sin dar con una fórmula viable para protegerla. Hasta que se establece el providencial contacto con Alain y Caroline Bourbonnais. Admiradores de obras insólitas de artistas fuera-de-la-norma, del arte popular y de l'Art Brut, los Bourbonnais habían creado en 1983 en Dyci (Valle del Loira), el museo la Fabuloserie para albergar su fascinante colección de arte. Allí es acogido el carrusel de Petit Pierre en 1987.
Desmontar, desplazar y remontar de forma idéntica aquella obra con escasos recursos, es una tarea enormemente compleja; los campesinos de la zona ayudan con sus tractores a transportarla, todos están dispuestos a poner a salvo el excepcional juguete de Petit Pierre. Con un entusiasta trabajo de equipo, se consigue, pero lleva dos años más lograr su puesta en marcha, pues los ingenieros que colaboran en el proceso apenas pueden explicarse la complejidad mecánica del carrusel y los secretos de su funcionamiento.
El 24 de julio de 1992, a los 82 años, Petit Pierre muere ilusionado con la idea de reunirse con su hermana en el cielo y preguntando por sus herramientas; quizá con la idea de continuar construyendo figuras móviles en un nuevo paraíso.
Su carrusel sigue funcionando en Dyci a la orilla del estanque de la Fabuloserie.
Otro breve vídeo aquí
2 comentarios:
Maravilloso relato de una maravillosa vida. Gracias AnaLuisa por estas joyas que nos descubres.
Una historia conmovedora y muy bien narrada... anima a que hagamos realidad nuestros sueños.
Besos,
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