En la primera
década de este siglo, Susana Benet, escritora y acuarelista especializada en el
cultivo del haiku occidental, me presentó a Raúl Fortes; docente de lengua y
cultura japonesas en la Universidad de Valencia, licenciado en Comunicación Audiovisual,
Doctor en Historia del Arte, admirador y estudioso de la obra de Hayao Miyazaki
y buen conocedor de la cultura nipona.
Raúl había
publicado un excelente análisis de la película de Miyazaki El viaje de Chihiro (película que me despertó en su momento mucho
interés, como otras del autor). Un libro -de cuya lectura disfruté enormemente-,
en el que el Fortes desentraña mil y un vericuetos simbólicos de este cuento
cinematográfico, acercando al espectador occidental a la comprensión de
numerosos datos solo comprensibles desde la cultura oriental y el sintoísmo.
A cualquier persona
interesada en este asunto, lo primero que le sugeriría es que destierre ese prejuicio tan nuestro de concebir
sistemáticamente el cine de animación como producto exclusivo (y en buena
medida subvalorado) para la infancia.
Miyazaki declara:
“El cine ha de tener una función catártica (…) Odio las
películas de Disney porque uno sale de ellas con la misma estrechez de miras
con la que entró a verlas. En mi opinión, estos films no hacen sino menospreciar
al público.
Hacer una auténtica película para niños supone un reto
titánico, debido a la necesidad de mostrar claramente la esencia de un mundo en
extremo complejo. De ahí que un filme dirigido, de verdad, a ellos, guste también
a los adultos. (…)
Me opongo a presentarles las cosas de
forma simplificada. El quid de la cuestión es que los niños saben, intuyen de
algún modo y comprenden a la perfección la complejidad y la angustia del mundo
en el que vivimos, así que sugiero que no se les subestime.”
La animación es una
forma de hacer cine que, en el caso de Miyazaki, entre otros, si bien contempla
en primera línea a la infancia, se dirige a espectadores de cualquier edad
dispuestos a desentrañar algo más que “dibujitos”.
Hayao Miyazaki,
dibujante, animador, escritor, realizador, guionista, director de cine y
co-fundador de Studio Ghibli, tiene
una magistral forma de desarrollar su obra de anime. En ella hay constantes que
se convierten en sello indiscutible de sus películas. Me limito a resumir aquí
lo que considero más destacable de cuanto Raúl Fortes analiza extensa y meticulosamente
en su último ensayo:
- Como en los
cuentos de hadas y fábulas tradicionales, lo sobrenatural, lo onírico, lo
maravilloso, está integrado en lo cotidiano y, por extraordinario que resulte,
forma parte de lo ordinario. Lo
fantástico tiene la misma entidad verdadera que eso que llamamos realidad;
es la otra cara de la moneda.
Curiosamente,
Miyasaki inició el proyecto de llevar al cine la famosa tira cómica de Winsor McCay "Little Nemo en el país de los sueños",
y lo abandonó porque le pareció muy simplista que toda la historia fuese al
final un simple sueño, pues sueño y vigilia forman parte de una misma realidad.
- El viaje iniciático de los
protagonistas. Este suele terminar, no con un concluyente final feliz, sino en
el punto en el que el personaje protagonista supera “temporalmente” la
adversidad. Después… son múltiples los acontecimientos que podrían suceder.
- La orfandad. Como en los cuentos,
muchos de los protagonistas miyazakianos son huérfanos o con padres ausentes. Y
es que la orfandad, ya sea literal o simbólica, es el perfecto punto de partida
para un viaje iniciático hacia el crecimiento y la madurez. No obstante, tal y
como señala Fortes, el respeto a las normas de los padres o las generaciones
precedentes, se contempla celosamente en
Japón, por lo que la opción de Miyazaki lleva implícito un acto de subversión,
máxime, por ejemplo, en el caso de Chihiro, cuyos padres, convertidos en
cerdos, no ejercen como tales.
- El frecuente protagonismo de personajes
femeninos. Con ello, Miyazaki no cae en el maniqueísmo facilón de presentar
a sus heroínas como negación o –peor aún-, suplantación de lo masculino, sino
como integración complementaria de lo femenino y lo masculino, al igual que el
símbolo oriental del yin y el yang.
- La fusión armónica entre oriente y
occidente con abundantes creaciones, adaptaciones y recreaciones a partir de los más diversos referentes:
literarios, mitológicos, cinematográficos, arquitectónicos, geográficos,
históricos, mecánicos y tecnológicos, de indumentaria, de tradiciones
culturales… Retazos de aquí y de allá armónicamente entretejidos.
- Surcar los cielos: el aire, el viento, el
vuelo, la aviación, las aves… Son
una constante en la filmografía de este autor como símbolo de superación, de
aventura, crecimiento, libertad y esperanza.
Conviene recordar
que el padre y el tío de Miyazaki se dedicaban a la fabricación de piezas para
aviones de combate japoneses; lo que imprimió cierta marca en su vida y su obra.
No es pues de extrañar que sienta interés por figuras como Antoine de Saint
Exupèry o Roald Dahl, ambos aviadores además de escritores.
- El antibelicismo y la armonía entre el ser
humano y la naturaleza. La filmografía de Miyazaki está sembrada de
artefactos mecánicos y actitudes bélicas generadoras de destrucción y desastres
humanos y medioambientales. Es evidente que su autor no se opone a la
tecnología, pero advierte una y otra vez de los peligros de su uso
indiscriminado. Paralelamente, insiste en el respeto y preservación de la
naturaleza -de forma más implícita que explícita-, a través de sus dibujos. La
animación de sus escenarios naturales es, en sí misma, un alegato en defensa de
la belleza y la necesaria conservación de la naturaleza.
Y, por último, el
aspecto que, sin duda, me parece más revelador e interesante puesto que
envuelve e integra en un todo el conjunto de las claves de la filmografía de
este autor:
- El budismo y el sintoísmo. Según cita Fortes,
el budismo predica que “todos estamos interconectados y somos
interdependientes. En el nivel más profundo, todos somos uno.” Lo que evidencia
la imposibilidad de vivir apartados del mundo que nos rodea, así como la
imposibilidad de separar lo maravilloso de lo cotidiano, lo masculino de lo femenino,
lo vivo de lo inerte, la fortuna de la adversidad, lo divino de lo humano, la
bondad de la maldad… De ahí que la obra de Miyazaki se desarrolle siempre desde
un enfoque múltiple que no admite simples dualidades contrapuestas, pues todo
entra en un único engranaje vital, todo tiene su función y nada es inútil.
No es casual que
Miyazaki trate con tanto mimo y cuidado el diseño de los escenarios, no los
concibe como meros espacios en los que situar a los protagonistas humanos,
tienen la misma importancia que los personajes, pues todo está condicionado por
todo. Los engañosos dualismos confrontados no tienen cabida más que en la mente
de las personas.
Así pues, las películas
de este cineasta, impiden al espectador llegar a una verdad única, cómoda,
simplista y concluyente, por ejemplo, sobre los buenos y los malos. Comprender
al enemigo significa comprender en qué nos parecemos a él. Miyazaki apuesta antes
por la aceptación y conciliación que por la venganza. Todo tiene sus luces y sus sombras,
como el complejo mundo en el que vivimos.
Hay una enseñanza
básica del budismo –señala Fortes-, según la cual, cuanto más alejados del
mundo nos sintamos, mayor será nuestro engaño y, por consiguiente, el
sufrimiento derivado de este. Por el contrario, ser conscientes de los lazos
que nos unen a él y vivir conforme a ello, permitirá que nuestra existencia
discurra de manera natural, lo que nos hará más felices.
Miyazaki defiende que "Las ideas vienen de lo inesperado. Las tramas lógicas sacrifican la creatividad. A mí me interesa romper las convenciones. Los niños lo entienden, ellos no funcionan con la lógica".
Para muestra, este excelente cortometraje de 2010 titulado
Habría sido, cuando menos, deseable, que hubiese salido adelante el intento, en los pasados años 70, de crear una película basada en el libro "Pippi Calzaslargas" de la autora sueca Astrid Lindgren. Desgraciadamente no fue posible llegar a un acuerdo sobre los derechos de adaptación. Miyazaki elaboró algunos bocetos.
Ya son varias las ocasiones en que Hayao Miyazaki (Tokio, 1941) ha anunciado su retiro, la última en 2013 tras el estreno de su último film "El viento se levanta". Sin embargo, una vez más, ha sido incapaz de vivir sin hacer cine; para 2020-2021 se espera el estreno de un nuevo largometraje titulado "¿Cómo vives?".
Para más
información sobre el autor y su trabajo: el documental de cuatro capítulos “10
años con Hayao Miyazaki” (enlace aquí).
3 comentarios:
Hola Ana-Luisa, mi comentario no es para enriquecer el articulo (sería difícil), mas bien para agradecerte el hecho de que lo hayas publicado y pueda tener una guía y una base para poder seguirle. Gracias.
Chacha
Me encantó el artículo. Gracias
¡Gracias Analisa! Magnífica reflexión en torno al cine de MIYAZAKI
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