Desde que el 7 de octubre de 2023 comenzó esa guerra atroz entre Hamás e Israel, las poblaciones civiles de uno y otro lado de la franja están sufriendo de la manera más brutal. Especial y mayoritariamente -una vez más-, la población palestina.
Según reportó UNICEF, el 24 de octubre habían muerto 2.360 niños y niñas palestinos; cifra que posteriormente Save The Children elevó ya a 3.200. Y se calcula que hay unos 30 menores israelíes secuestrados por Hamás. La atrocidad continúa sin tregua incrementando el número de víctimas.
En los primeros días de la contienda no cesaban de venirme a la memoria, hasta en sueños, dos documentos a los que regresé. Ambos datan ya de principios de este siglo; pues, como es bien sabido, este controvertido conflicto se remonta a 1948.
Uno es un documental bastante desconocido, diría que de imprescindible visualización, titulado “Promises” (disponible en Youtube en este enlace), que estuvo nominado al Oscar en 2002.
Durante los tres años del proceso de rodaje, los tres autores hicieron el seguimiento de siete niños judíos y palestinos supuestamente enemigos a pesar de vivir a solo veinte minutos de distancia. Ellos cuentan sus experiencias sobre cómo es crecer viviendo en Jerusalén. Finalmente, se logra que varios de estos niños y niñas accedan a reunirse y entrar en contacto.
A través de lo que retrata el documental, el espectador
descubre múltiples matices y hechos que ayudan a comprender la enorme
complejidad del conflicto palestino-israelí, y cómo se vive desde una infancia sumida en odios y enfrentamientos heredados durante generaciones.
El segundo documento es el libro titulado “En presencia de la ausencia” del poeta palestino Mahmud Darwix (1941-2008), figura fundamental en la poesía árabe del siglo XX.
Se trata de una autobiografía poética que incluye fragmentos como los siguientes:
“Te despiertan de tu edad y te dicen: Hazte mayor ahora mismo, con nosotros, de la edad de la tribu. Corre con nosotros, que no te coma el lobo. No hay tiempo de despedirse de nada caliente. Lo que te queda por dormir, déjalo junto a la ventana abierta, que te alcance cuando despierte en el azul del amanecer. Los sueños salen al camino de los soñadores, qué otra cosa puede hacer el soñador sino recordar.”
“Agárrate al vestido de tu madre… él te guía por la tierra que corre descalza bajo los pies, y no llores como tu hermano recién nacido, no sea que el llanto ponga a los soldados sobre aviso.”
“Volver… ¿adónde? Te preguntas mientras cuelgas cuadros en las paredes de tu nueva dirección. Ir… ¿adónde? Lo que tienes por delante es provisional. Lo que dejas detrás, transido de provisionalidad, está disperso. La eternidad que sube con la luz desde el jardín estalla en una carcajada. Le tomas el pelo diciéndole: También tú eres una exiliada. Y te preguntas: ¿Cuántas puntas has clavado en las paredes de cuántas casas? ¿Cuántos cuadros has colgado, cuántas camas has abandonado para que duerman otros, cuántos borradores y primeros versos has olvidado en cuántos cajones, cuántas fotos de mujeres has perdido entre las páginas de libros que no has leído? ¿Cuántas veces te has preguntado: Cuántas veces me he ido de viaje, he partido, me he marchado? Y todo sin haber tenido nunca clara la diferencia entre viajar, irse, partir o marcharse, a tal punto es poderosa la quimera de los sinónimos, y es propensa la metáfora a transformarse de <mi patria no es una maleta> en <mi patria es una maleta>.”
“Te dices: ¿Cuándo me curaré de conocer el todo por la parte?”
“La memoria también necesita ordenar su caos, cajón por cajón, este otoño.”
1 comentario:
Y, me pregunto, ¿se puede vivir y aspirar a ser felizon una infancia tan dura, con una memoria de tanto caos? No sé si puede haber tanto cajón para ordenar este otoño. Todo lo que pasa en Palestina me inunda de tristeza.
Doro.
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