Me
sorprende el escaso eco que ha tenido en España, hace apenas veinte días, la
muerte de David McKee. Máxime, habiéndonos dejado precisamente en el mes de
abril, mes del Libro por excelencia.
Así
pues, qué menos que dedicarle un pequeño espacio de memoria y reconocimiento a
él y a su obra.
Además
de haber tenido la fortuna de disfrutar algunos encuentros con David, de verlo
espontáneamente inventar y dibujar, por ejemplo, un elefante con ruedas e
intermitentes en las orejas, considero que la obra de este gamberro ingenioso,
creador (entre otros personajes) de múltiples elefantes imposibles y de
diversos monstruos, merece al menos una reseña.
Considero
fundamental destacar en la obra de McKee lo no dicho, lo no explícito, todo lo
que transmite sin siquiera nombrarlo, alejándose de ello como quien no quiere
la cosa; y cómo, desde ahí, se dirige con divertidos guiños a unos lectores que
no precisan de explicación didáctica alguna porque cada cual sacará sus propias
conclusiones. En su obra David apela a asuntos tan diversos como la paz, la
guerra, el poder, el abuso, la diversidad, la identidad, la empatía, el
ingenio, la agresividad, el acoso… sin nombrarlos jamás y condimentando siempre
sus historias con matices humorísticos.
A lo largo de los años, en más de una ocasión he celebrado con niños auténticas
juergas emulando la fiesta de “Elmer” y su manada de paquidérmicos colegas.
He
disfrutado con los pequeños revolcándose de risa sobre la alfombra y pidiéndome
una y otra vez que les volviera a contar “Dos monstruos”. Los originales
insultos que ambos se profieren mutuamente unido a todo lo no dicho en esta
historia, inducían a los niños a querer escucharla y afianzarla a golpe de
repetición.
En otra clave, “Tres monstruos” siempre suscita también muy
diversos intereses.
Y,
en diferentes situaciones, he dedicado especialmente a las familias el relato
que, en su primera edición española se tituló “Ahora no, Fernando” y
posteriormente “Ahora no, Bernardo”, creando cierta polémica incomodidad entre
los papás y mamás asistentes. Porque a los niños que no son escuchados, bien se
los puede comer un monstruo o incluso convertirse en uno de ellos.

Pero
hay monstruos y monstruos. Una de las diversas acepciones que incluye el
diccionario de la RAE del término “monstruo” es: “Persona que en cualquier
actividad excede en mucho las cualidades y aptitudes comunes”. En este sentido,
David McKee era bastante monstruo. Un monstruo del humor inteligente. Un
monstruo que, con textos e ilustraciones, alcanzó ese difícil menos es más, sin dogmas, estereotipos o
moralinas, tratando temas que, como alguna vez se ha dicho, resultan de “una
sencillez tal que incluso los adultos podrían comprender.”
Me
hace especial gracia esta fotografía en la que el autor, sobre un fondo de color
Elmer parece emular exactamente la misma mirada que su personaje cuando este se coloca estratégicamente
entre sus dormidos compañeros de manada disfrazado de elefante color elefante.
Otra de sus obras, de más reciente publicación en España que las anteriormente citadas (2013), es "Seis Hombres". Con ilustraciones, en esta ocasión en blanco y negro, el libro parece todo un homenaje a "los Tambores" de Reiner Zimnik. En él David se pregunta por cuánto tiempo se puede mantener la paz mientras explora en sus páginas las causas de la guerra.
Descansa en paz, David McKee, tu obra seguirá dando guerra.