27/2/18

UN LIBRO EN LA TRASTIENDA DE LA MEMORIA

Barradas

Ocurre que, a veces, se conservan férreamente algunos recuerdos de experiencias muy tempranas cuyo contexto se hunde entre nieblas en la trastienda de la memoria. Sin embargo están ahí, década tras década, sin ocasión alguna de que terceras personas puedan ayudar a despejar esa niebla. No hay testigos posibles, sin embargo, el recuerdo persiste. ¿Recuerdo o fantasía? ¿Fruto de la memoria o de la imaginación? 

Conservo no pocas de estas perlas. Por ejemplo la de, siendo muy pequeña, haber entrado con mis padres a una especie de imprenta con artículos de papelería para comprarle a mi hermana algo ¿unas pinturas?
La vivencia de ese instante me dejó impresa una brutal huella olfativa cargada de sinestesias: un seductor olor a óleos, ceras, papeles, tintas, madera… intrínsecamente unido a colores y formas. Una borrachera de placeres sensoriales.
Nunca he sabido cuándo ni en qué contexto ocurrió.

Hasta ahora, transcurrido más de medio siglo, tampoco he sabido nunca dónde colocar el recuerdo de un libro que me sobrecogió en el transcurso de una sola tarde en mi vida.
Debía tener 3 ó 4 años; estaba con mi familia en Jerez y, (barrunta mi memoria), una tía mía me llevó a casa de ¿su prima? Aquella mujer me condujo a un dormitorio en penumbra para enseñarme un cuento como quien enseña el más preciado tesoro infantil; muy probablemente, reliquia de su propia infancia. 
Barradas
Nos sentamos ambas en el borde de una de las camas y, del voluminoso mueble oscuro que había en frente, ella sacó el libro ilustrado que me sedujo.
Me lo leyó mientras yo, arrodillándome en el suelo, absorbía sus ilustraciones con atenta mirada. Me resultaban atractivas hasta la hipnosis. Probablemente, también el propio texto, cuya historia ya nunca pude recordar.
Hasta ahí llegaba el impacto seductor de aquel recuerdo. Solo, eso sí, retuve por siempre el título del cuento sin haber tenido nunca la seguridad de no habérmelo inventado: “El gorro de Andrés”. Y, junto al título, la borrosa imagen de un supuesto Andrés que me miraba con la misma atención que yo a él y que lucía un bonito gorro en la cabeza.

Recientemente -ya digo, después de más de medio siglo-, leyendo una revista especializada en LIJ, pude comprobar con emocionante sobresalto la existencia real de aquel libro. No se trataba, pues, de una fantasía gestada en la trastienda de la memoria. El entusiasmo fue mayúsculo y la sorpresa en lo que respecta a la autoría, también. 
El autor del texto de "El gorro de Andrés" es Manuel Abril (1884-1940), uno de los tertulianos del Café de Pombo (a la izquierda de la imagen, con gafas) retratados en el famoso cuadro de Solana de 1920.



El excelente ilustrador es el artista de vanguardia uruguayo Rafael Barradas (1890-1929). También autor de las ilustraciones de varios cuentos de Ramón Gómez de la Serna.

No tardé mucho en hacerme con un ejemplar fascimilar de la edición de 1924. Y allí, desde la portada, volvía a mirarme aquel seductor Andrés de ojos verdes luciendo con orgullo el preciado gorro tejido por su mamá.


Cuando se tiene un gorro como aquel, verde cardenillo, con la punta dorada y la copa encarnada, hay que demostrar a la gente que uno es fuerte y que sabe andar solo
El envidiado gorro de Andrés es objeto de deseo de todos, hasta de una princesa y de un rey. Pero Andrés no cede por nada. ¿De quién pretendía ser novia la princesa, ¿de él o del gorro? 
Cuando una madre hace un gorro como el que la madre de Andresillo le había hecho a él, no se cambia por nada. ¿Por qué había de valer más el Rey con su corona que Andrés con su gorro? 
Y es que, la cabeza que llevase por fuera un gorro semejante no podía estar por dentro más fea que por fuera
El gorro de Andrés es un objeto mágico que ni siquiera ha de ir a buscar porque ya lo posee; y sus mayores poderes están dentro del propio Andrés.

Una sencilla historia no exenta de humor que, a través de ese objeto cotidiano (el gorro), otorga a su protagonista tal seguridad en sí mismo que no la supera ni el poder de la mismísima realeza. ¡Pues bueno es Andrés con su gorro!


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