Defiende el filósofo surcoreano Byung-Chul Han que hoy se vive mayoritariamente en un “tiempo sin aroma”. Un tiempo atomizado de constantes retazos inconexos sin un marco temporal. Una especie de hiperactivo zapping continuado donde todo se traduce a acción desarticulada sin conexiones entre pasado, presente y futuro.
Pero –dice Hang- “la experiencia se aloja en el pasado”. El pasado nos sostiene porque ordena los hechos en el tiempo y les da sentido y proyección, es decir, le otorga al tiempo su “aroma”.
Diría que es ese “aroma” al que alude Han el que dio sentido a El tiempo entre engranajes. Un relato que se desarrolla vehiculado por un diálogo con la Muerte, porque un tiempo atomizado en un marco de presente continuo sin rumbo y sin pasado ignora a la muerte o la niega. Por el contrario, un tiempo con “aroma” no puede negarla.
Viñeta de cubierta: Miriam Balaguer
En el tránsito de ese diálogo se establecen conexiones inesperadas, se descubre a personajes conocidos y reconocidos y a otros por conocer o injustamente ignorados. Y en el proceso, el tiempo se va articulando entre sus engranajes.
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