Con el comienzo del nuevo año, surge en Austria una preocupante noticia que, automáticamente, me conecta con La Bella Durmiente de Perrault.
En esta versión del cuento -que no termina con el beso y la boda-, las hadas, dueñas y señoras de los hilos del destino, son invitadas al bautizo real; todas las del reino excepto una: "un hada muy vieja que no había sido invitada porque hacía más de cincuenta años que no salía de una torre y la creían muerta o hechizada".
El hada despechada lanza a la criatura una maldición: a los 15 años se pinchará con un huso y morirá; terrible destino que la última de las hadas invitadas reparará transformando la muerte en un sueño de adolescente del que la muchacha despertará para acceder a la vida adulta.
Con el inicio del año 2018, una manada desbocada de ¿hadas despechadas? sale de su torre descargando atroces maldiciones sobre otra criatura. Se llama Asel y es el primer bebé nacido en Viena con el comienzo del nuevo año. El motivo del despecho no es otro que el de las fantasías paranoides que generan los sentimientos xenófobos: la niña es de origen musulmán.
Las lindezas que esta marabunta de energúmenos lanza contra la criatura van desde "Cuando tenga 18 va a ser una terrorista" hasta "Como vienés auténtico solo me puedo alegrar de un bebé austriaco" "Deporten en seguida a esa basura" o "Le deseo una muerte repentina".
Estos individuos que, resurgiendo de sus torres blindadas se muestran despechados, son la manifestación de una sociedad xenófoba (no solo austriaca) en la que la ultraderecha cobra una creciente fuerza y poder; pues, como la vieja hada, siguen vivos.
Esperemos que las Parcas, Moiras o hadas del destino le auguren una mejor existencia a la recién nacida Asel.
Ojalá
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