El ministro Wert ha dictado sentencia, la del sistema educativo, más sentencia de muerte que va lentamente minando la salud social.
Llevamos tiempo en España, demasiado tiempo, viendo surgir masas de indignación, denuncias de abusos, corrupción, atracos de guante blanco, atropellos y demás chulerías. Asistimos día a día a la suma de desesperaciones hasta el extremo del suicidio. Todo ello y más, gritado, llorado, silenciado o manifestado por ciudadanos adultos. Pero en este país también existe otro sector de la sociedad sin voz ni voto: la infancia.
La población infantil está en el fondo del contenedor en que se va acumulando toda esta basura. Niñas y niños que tienen familia, profesorado, compañeros y vecinos padeciendo a su lado semejante destrucción cargada de angustias.
En las últimas semanas, he visto la temperatura de este termómetro en diversas escuelas públicas. Y lo que he visto es:
- Claustros enteros deprimidos por las presiones, los recortes, el abusivo trabajo administrativo, la supresión de personal o E.R.E.s encubiertos y el larguísimo etcétera con el que se están esquilmando las escuelas.
- Toda la crispación que esto provoca en el colectivo escolar y su repercusión en el alumnado. Ello sumado a lo que muchos de esos mismos niños acarrean desde sus particulares situaciones familiares: paro, desahucios, precariedad, desamparo...
- Trabajadores sociales impotentes ante la escasez de recursos para asistir a escolares en su contexto familiar.
- Comedores en los que muchos niños hacen su única comida diaria "decente" gracias a una beca que está a punto de ser suprimida. Y, en ocasiones, lo que está en juego no es ya la beca, sino el comedor escolar entero.
- Aulas masificadas con un alumnado en éstas y otras condiciones complejas y que son atendidas cada vez con menos medios profesionales.
- Escuelas con ordenadores, pizarras digitales y demás lindezas "TIC" en desuso por falta de recursos para su mantenimiento.
Sin duda, esta lista queda abierta a muchos otros deplorables puntos a añadir sobre la destrucción masiva que va minando a nuestra población infantil, atentando contra la salud física y mental de ese gran colectivo tan silenciado. ¡No se puede permitir!
Si este caldo de cultivo en la antesala de la LOMCE no fuera suficiente, ahora tenemos encima la amenaza de esa nueva ley cuyas irónicas siglas significan nada menos que "Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa".
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