Corrían los primeros años de la década de los 70 cuando Michael Ende nos invitaba a ver nuestra propia realidad con otros ojos: los de Momo.
A través de su historia fantástica, reivindicaba el derecho del ser humano a disponer de su tiempo propio. Pero los Hombres Grises ya estaban en marcha en aquella época y Ende lo sabía de sobra.
Es - curiosamente -, en el capítulo titulado "Cuando los malos tratan de hacer de lo malo lo mejor...", donde el autor pone en boca de un personaje gris: (...) seríamos dueños de todo el tiempo de todos los hombres. Y quien posee el tiempo de los hombres, tiene un poder ilimitado.
Bien, ya vivimos a la medida del Hombre Gris en la que el valor de la vida se ciñe a aquello que se puede tocar, medir, pesar o cuantificar. Un mundo cuantitativo y estadístico donde la función vital del individuo consiste en entrar en el bucle de producir para consumir y consumir más para producir más. Allí donde lo cualitativo se convirtió en quimera de los amantes de la utopía; donde sólo importan las cantidades; las cualidades y calidades basta con que parezcan existir.
Se diría, no obstante, que Ende se quedó corto pues, en el paquete de "hacer de lo malo lo mejor", no entra sólo el robo del tiempo, entra además el del espacio.
Es cierto que el autor advirtió también del inminente peligro de otra pérdida: la del valiosísimo espacio de lo simbólico que, junto con el tiempo a emplear en él, queda en peligro de extinción: "La Nada avanza" era la voz de alarma en otra de sus obras clave.
Y es que ya no disponemos de nuestro tiempo propio, pero se nos empuja también a prescindir de nuestro espacio propio; no sólo del simbólico en el que puede resultar tan saludable dejarse caer de vez en cuando, como Alicia, por ciertas madrigueras; sino del mensurable en metros.
Nuestras viviendas reducen sus dimensiones a ojos vista. Las nuevas tecnologías, sin dejar de potenciar el consumo voraz, incitan a "tener" (virtualmente) cada vez más en menos espacio, lo que incluye la invitación a prescindir, por ejemplo, de bibliotecas personales con libros de papel, ¡con el espacio que ocupan! Y no digamos el tiempo... Son casi tan incordiantes como los amigos-de-carne-y-hueso. Debe ser por eso que hay tantos coleccionistas compulsivos de amigos-facebook, ésos que ahorran tiempo y no ocupan espacio.
Mi última sorpresa: ya existe alguna compañía aérea oriental que dispone de aviones sin asientos, los pasajeros van colgados de arneses.
¡Parece que la Nada avanza, Michael! ¡¡¡Pero la Nada de Nada!!! ¿Qué hará el poder con tanta Nada? ¿Vendernos más crisis a cambio de fumarse nuestras Nadas?
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