Conservo pocos recuerdos de mi paso por la Escuela Universitaria del Profesorado donde cursé Magisterio. Estaba entonces infinitamente más volcada en mis curiosidades autodidactas que en el protocolo académico de la institución por el que pasaba de puntillas, es decir, lo justo y necesario para aquello de la titulación.
Recuerdo, no obstante, que había una disciplina denominada “Programación” y que la profesora que la impartía tenía una extendida fama de hueso, dado el alto índice de suspensos con que mortificaba al alumnado. Y recuerdo también que, para mi propia sorpresa, yo nunca bajé del notable en las calificaciones de esa disciplina. No porque fuera una estudiante brillante (ni por asomo), sino porque quiso el azar que encontrase rápidamente la clave para salir airosa de aquella tontería. Se trataba, sencillamente, de pillarle el tranquillo a los verbos a utilizar en los objetivos de la programación. Una verdadera estupidez que, sin embargo, me evitó los calvarios por los que pasaban muchos de mis compañeros.
Paradójicamente, a pesar de mi éxito con la hueso, la “Programación” ya me parecía entonces una solemne aberración y ahora, con los años, me lo parece cada vez más. A ver, ¿cómo y qué quiere esta señora que le conteste en los exámenes? – me preguntaba yo ante aquella asignatura -, ¿quiere que los verbos designen acciones objetivamente constatables? Pues hala, haremos como que son constatables y examen superado. Sin embargo yo de aquella farsa no me creía absolutamente nada. La había aprendido sólo para aprobar, que es, en definitiva, el espíritu de las programaciones.
Salir airoso de la consecución de objetivos que plantea una programación, no supone aprender, supone aprobar. Y el que te aprueba lo hace, sencillamente, porque le has respondido como se había propuesto en su programación que le tenías que responder; no por la satisfacción de haber compartido contigo unos conocimientos de los que tú te has podido apropiar, sobre los que has dudado y experimentado, con los que ha habido un enriquecimiento compartido y de los que ahora disfrutas con criterio propio. No, nada de eso.
Lo que la programación plantea ante el alumno, que es su víctima, es que éste se atenga a obedecer las pautas que el/la programadora ha decidido que se tienen que cumplir. El valor de la respuesta obediente y homogénea del grueso del alumnado, se llama “estadística”; y es la que avalará el supuesto éxito profesional de quien impuso la programación. El precio que el alumno pague por ello en cuanto a su enriquecimiento personal y su formación, sencillamente, no se contempla.
Es decir, todo esto es comparable a aquel viejo chiste que circulaba por Internet en el que un médico le decía a su paciente: - Le habíamos detectado en el escáner una costilla rota, pero no tiene de qué preocuparse, ya se la hemos arreglado con el fotoshop.
Trabajar para el paciente sin el paciente o, lo que es lo mismo en el caso que nos ocupa, trabajar para el niño sin el niño, supone atender obsesivamente a la forma olvidándose del fondo: una grave enfermedad social.
7 comentarios:
Cierto y hermoso corasón.
¿cómo se aplaude virtualmente?
Pues creo que la mejor forma de hacerlo más hermoso y de aplaudir de la manera menos virtual posible, es desterrar las programaciones cerradas poniendo en su lugar planificaciones abiertas, que cuenten CON el niño y que estén cargadas de recursos multidisciplinares. Los objetivos que se alcanzan a lo largo del proceso suelen ir más allá de lo previsto. Y muchos de ellos, quizá los más valiosos, se niegan de por vida a formar parte de estadísticas.
Hola Ana, que razón tienes, la "programación" como la entienden los expertos, me ha servido solo para lo que tu dices, yo la entiendo como reflexión para ofrecer espacios, tiempo y materiales. Es lo que programo, si pueden entenderse mis libretas como programación. Cuando en los cursos a profesores explico: no puedo tener hecha una "programación" ni la podré tener nunca, como la entienden "los expertos" Tengo propuestas...
Y...los horarios ...los odio, imagina...si tuviera que cortar una asamblea porque toca... El diario de clase es mi programación real...aún estoy en ello, dudas, siempre, pero en la clase estan los duendes, que como dijo Diego el otro dia : me gustan los duendes, pienso que se convierten en muñecos para que los mayores no los descubran. Ahora estamos!Con tantas cosas entre manos! Casi a la carta.
Pero, eso si:
Tengo una programación,
para la inspección,
con unidades didácticas
que molan un montón.
Solo tienes que copiar y pegar,
que para administración educativa,
quedan divinas.
Mira por donde, rima.
Dolores
Como llovida del cielo llega a mis manos esta cita de Ortega y Gasset.
"Solo si los niños pueden vivir hoy plenamente como tales, mañana serán personas adultas en la plenitud de su potencial. El renacuajo no se hace un mejor sapo si se lo fuerza a vivir fuera del agua prematuramente. Así también, el niño no desarrolla mejores cualidades humanas si se reprime sus impulsos naturales, si se le obliga a portarse como un pequeño adulto que ha de estar durante muchas horas inmóvil, callado, asimilando conocimientos en proporciones reguladas científicamente por medio de lecciones verbales, siguiendo ejercicios predeterminados, de acuerdo a un horario organizado por especialistas en pedagogía".
JOSÉ ORTEGA Y GASSET
Hola:
Hoy una niña ( que va cargada con sus miedos) los normales de 4 años , ha encontrado una ¿solución?
Me ha dicho esta mañana:
-Ya no tengo miedo, mi duende me ha dado polvo de estrellas. Y mira... sueño a veces cosas bonitas.
¡Ojala tuviéramos siempre ese polvo de estrellas!
Dolores
Pero bueno, ¿cómo no te había descubierto yo antes, con lo cerca que andamos...?
"Chapó". Me encanta lo que dices y cómo lo dices, comparto tu visión (también) en lo de las programaciones.
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