4/9/25

EL TERROR Y LA ESPERANZA

 


Maniac es un ensayo novelado de Benjamín Labatut (Anagrama), sobre determinantes hallazgos científicos y tecnológicos a lo largo del siglo XX. Labatut novela su ensayo sobre una base de documentación exhaustiva que incita al lector a comprobar con frecuencia datos, a cerciorarse de que el autor nos está hablando de personajes y acontecimientos verídicos.

La lectura de esta obra me ha llevado a establecer un puente con el libro que escribí -diría que en paralelo a Labatut-, bajo el título El tiempo entre engranajes (Pre-Textos).

 

 

Salvando grandes diferencias, ambas obras se ocupan de ese sigiloso devenir de la humanidad que, paso a paso, a lo largo del tiempo, nos desvela buena parte del proceso que desemboca en este presente siglo tan lleno de incertidumbres. Y resulta curioso que, con frecuencia, solemos desconocer a muchos de los artífices que han intervenido de forma crucial en el proceso.

Como relata Italo Calvino en Las ciudades invisibles, son fundamentales las piedras que sostienen el arco que hoy vemos.

Marco Polo describe un puente, piedra por piedra.

- ¿Pero, ¿cuál es la piedra que sostiene el puente? –pregunta Kublai Kan.

- El puente no está sostenido por esta o aquella piedra –responde Marco Polo-, sino por la línea del arco que ellas forman.

Kublai permanece silencioso, reflexionando. Después añade:

- ¿Por qué me hablas de las piedras? Es sólo el arco lo que me importa.

Polo responde: - Sin piedras, no hay arco.

 

El tiempo entre engranajes, obra de menor envergadura que la singular Maniac, viene a convertirse en un preludio de esta. Apenas una avanzadilla que, partiendo del siglo XVII, observa los avances de la relojería mecánica y sus insospechadas consecuencias. Una tecnología de apariencia ingenua para lo que vendría después; inocentes engranajes de ruedas dentadas que, no obstante, supusieron, entre otras cosas, el impulso de la Revolución Industrial.

Leyendo en Maniac el breve pasaje que trata la derrota de Garry Kasparov ante la máquina Deep Blue, no podía por menos que recordar las históricas reacciones que, en su día, produjo El Turco. Este ingenioso autómata, también jugador de ajedrez, asombró durante años a Europa provocando tanta expectación como misterios.

Kasparov no había perdido un solo torneo en toda su carrera, destrozaba a sus rivales, y cuando fue derrotado por la máquina, sospechó que había un gran maestro del ajedrez escondido tras ella. Lo mismo pensaron en su momento los contemporáneos de El Turco.

Sin embargo, el autómata era fruto de tecnología mecánica y tenía sus trucos; la Deep Blue se adentraba ya en la Inteligencia Artificial.

El rizo se siguió rizando con la creación de AlphaGo, la máquina prácticamente invencible que abordó el Go, un juego de tres mil años de antigüedad, el más complejo y profundo que la humanidad ha concebido.

Hoy la batalla entre el hombre y la máquina ha alcanzado límites, cuando menos, inquietantes. El ser humano se enfrenta cada vez a mayores retos ante sus propias creaciones… y destrucciones.

 

Maniac ofrece “un porvenir que inspira terror y esperanza”. Su autor presenta, expone acontecimientos, no emite juicios; allá cada lector con sus terrores y sus esperanzas.

Labatut comienza su volumen con un aviso al navegante, apenas un guiño ante lo que irá aconteciendo en las sucesivas décadas. En las primeras páginas nos narra el suicidio, en 1933, de Paul Ehrenfest tras asesinar a su propio hijo discapacitado. Este físico teórico austriaco, íntimo amigo de Einstein, cae en la desesperación ante la corrupción del alma de la ciencia cuando irrumpe con fuerza la física cuántica: “Esa peste matemática que erradica todos los poderes de la imaginación” -diría a sus discípulos. Su ánimo se veía, además, socavado por el paralelo surgimiento del nazismo.

 

Después, quien cobra el protagonismo por excelencia en Maniac es el judío húngaro J. von Neumann; controvertida figura donde las haya a la que Labatut dedica la mayor parte de su libro. Un individuo que bien podría responder al calificativo de “monstruo” si contemplamos diversas acepciones de esta palabra (ser fuera de lo común, terrible, perturbador, de cualidades excepcionales…).

Von Neumann, a pesar de ser para muchos un perfecto desconocido, es, en buena medida, responsable de grandes transformaciones en la evolución de las ciencias y la tecnología, del panorama que hoy nos ofrece este “porvenir que inspira terror y esperanza”.

 

 

Clockwork eyes. Mick Ryan

 

 

5/12/24

KANEKO MISUZU ESTÁ AHÍ

Asistí recientemente al Seminario LIJPE-2024 emitido online para países de habla hispana. Esta edición se presentaba bajo el título “Seis propuestas para el ahora”, partiendo de las “Seis propuestas para el próximo milenio” de Italo Calvino.

“He de cambiar el enfoque, he de mirar el mundo con otra óptica, otra lógica, otros métodos de conocimiento y de verificación. (…) lo que muchos consideran la vitalidad de los tiempos, ruidosa, agresiva, piafante y atronadora, pertenece al reino de la muerte.”                                 

                                                                                                 Italo Calvino

 

Ante los desafíos del presente y con un ojo puesto en la esperanza, las seis ponentes invitadas abordaron el asunto desde diversos e interesantes enfoques.

En un mundo tan literal, mecanizado, mercantilizado y convulso como el actual; un mundo fragmentado en compartimentos estancos e inconexos, en el que la especie humana olvidó que tan solo es una pieza más de la naturaleza que pretende dominar; ¿cómo vivir creativamente sin abandonarse al desasosiego?

 

El cierre del seminario corrió a cargo de Mª José Ferrada (Chile) con su ponencia “Naturaleza y poema”. Escucharla me impulsó a indagar con curiosidad sobre la figura de Kaneko Misuzu (1903-1930), la poeta de la esperanza.

 


Kaneko Teru, que posteriormente adoptaría el pseudónimo de Kaneko Misuzu, nació en Japón en el seno de una familia de libreros. Quedó huérfana de padre a los tres años y, aunque era muy poco habitual en la época, con el apoyo de su madre y su abuela, cursó estudios.

 

A la edad de veinte años se graduó y asumió la dirección de la librería familiar. Ávida lectora, pronto comenzó también a escribir poesía.

Sus poemas tenían un estilo sencillo y accesible para ser recitados o cantados por niños. Varias revistas infantiles publicaron algunos de sus poemas que pronto alcanzaron notoriedad y difusión en Japón.

 

El infortunio, sin embargo, entró en la vida de Misuzu en 1926 cuando, presionada, aceptó un matrimonio concertado por su tío. Se casó con un hombre autoritario, borracho, violento y abusador que la dejó embarazada, le contagió una incurable gonorrea y le prohibió volver a escribir, aunque ella siguió haciéndolo a escondidas.

 

Fruto de ese matrimonio, nació una niña y, cuando Kaneko decidió divorciarse, la ley japonesa le otorgó la custodia de la criatura al padre. Las súplicas de Misuzu no lograron que él renunciara.

Con el peso de los tratos vejatorios, los padecimientos de la enfermedad y la pérdida de su hija, un mes antes de cumplir los veintisiete años, Kaneko escribió una carta rogando al exmarido que le permitiera a su madre criar a la niña. Después se suicidó. Finalmente, la hija sí fue criada por la abuela materna.

Misuzu nunca había dejado secretamente de escribir. 

 

ROCÍO

No se lo diré a nadie:

 

Esta mañana, en el fondo del jardín,

una flor derramó una lágrima.

 

Porque si corre el rumor

y la abeja lo oye,

 

irá y le devolverá su néctar

como si hubiera hecho algo mal.

 

Durante cincuenta años, Kaneko Misuzu y su obra cayeron en el olvido. Hasta que Setsuo Yazaki, otro poeta japonés, empeñado durante décadas en recuperar sus poemas, lo logró finalmente en los años 80. Consiguió localizar al ya octogenario hermano menor de Misuzu, quien todavía custodiaba quinientos poemas inéditos de su hermana. Desde entonces, han salido a la luz publicaciones en diversas lenguas; y el legado de Kaneko ha adquirido un gran reconocimiento entre los lectores japoneses.

 

ESTRELLAS Y DIENTES DE LEÓN

En la profundidad del cielo azul,

como guijarros en el mar,

sumergidas hasta que llega la oscuridad,

están las estrellas, invisibles a la luz del día.

   Aunque no puedas verlas, están ahí.

   Incluso las cosas que no se ven, están ahí.

 

Dientes de león marchitos, ya sin pétalos,

escondidos en las grietas de los azulejos,

esperan en silencio la llegada de la primavera

y sus raíces fuertes no se ven.

   Aunque no puedas verlas, están ahí.

   Incluso las cosas que no se ven, están ahí.

 

 

En España, una compilación de los poemas se publicó en edición bilingüe bajo el título “El Alma de las Flores” (Editorial Satori. Gijón 2019) con selección y traducción a cargo de Yumi Hoshino y de la propia Mª José Ferrada.

 


 

Ya en el siglo XXI, un poema de Misuzu marcó un hito en Japón. El 11 de marzo de 2011, un terremoto y un tsunami asolaron el país nipón causando miles de muertes y desolación. Con el propósito de calmar a la población, un altavoz público retransmitió reiteradamente este poema de Kaneko:

 

¿ERES UN ECO?

 

Si digo “¿Vamos a jugar?”

Dices “Vamos a jugar”.

 

Si digo “¡Tonto!”

Dices “Tonto”.

 

Si digo “¡No quiero seguir jugando!”

Dices “No quiero seguir jugando”.

 

Luego me siento sola.

 

Digo “Lo siento”.

Dices “lo siento”.

 

¿Eres un eco?

No, eres todo el mundo.

 

 

El cántico esperanzador que se desprendió de esta retransmisión entre los japoneses fue: “No somos un eco, somos todo el mundo.”

 

Dice Italo Calvino que

La palabra une la huella visible con la cosa invisible, con la cosa ausente, con la cosa deseada o temida, como un frágil puente improvisado sobre el vacío.

 

Y el eco de la voz de Kaneko Misuzu repite:

   Aunque no puedas verlas, están ahí.

   Incluso las cosas que no se ven, están ahí.