21/9/16

LA EDUCACIÓN DE PINOCCHIO, PINOXXIO Y OTROS PINOCHOS


Recientemente, la Compañía Ananda Dansa -con la que en diversas ocasiones he colaborado a lo largo de los años-, me encomendó ocuparme de la elaboración de una Guía didáctica para el profesorado a partir de su última producción: "PinoXXIo" (ver vídeo).
La obra en cuestión se convirtió en la gran triunfadora de la última edición de los Max, arrasando con la obtención de siete premios (Mejor: Espectáculo infantil-familiar. Composición musical. Coreografía. Diseño de vestuario. Bailarina principal. Bailarín principal. Elenco).

La bailarina Ana Luján como PinoXXIo






















Sumergirme en la elaboración de esa guía supuso, paralelamente, adentrarme en un inabarcable abanico de creaciones iniciado en 1880, cuando comenzaba a ver la luz el popular personaje de madera de Carlo Collodi.
Además de las cientos de traducciones y publicaciones diversas, Pinocho ha sido versionado, recreado y reinterpretado sin cesar. Y, tras tantas referencias a través de la literatura, la ilustración, el cine y otras artes, quizá la más olvidada sea la obra original.
A diferencia de lo que ciertas versiones simplificadas y edulcoradas de esta historia nos tienen acostumbrados, en el original, “la hermosa Niña de los cabellos azules” no es un hada madrina cualquiera; esa voz –que alecciona a Pinocho con discursos morales que él no es capaz de asumir-, tan pronto es la suya como la del “Grillo parlante” (que no Pepito), la de la Paloma, el Delfín, el Caracol, la Marmota, la Cabrita y, en definitiva, la de las expectativas del propio Geppetto y el espíritu moral del siglo XIX.
Tampoco es una relajada ballena la que engulle a Pinocho, sino un monstruoso tiburón asmático: “el Atila de los peces”.
La historia está tan repleta de irracionales intuiciones como de razonamientos moralistas; de bondades e inocencias como de fatalidades y crueldades. Sin embargo, la simpleza de las versiones de Pinocho ha llegado a reducir el viaje hacia la búsqueda de uno mismo a un legado de moralinas y aleccionamientos bajo la única opción de obediencia o castigo.

La grieta que, sin duda, Collodi abre en la obra con respecto a la moral de su época, es la de poner en tela de juicio la pedagogía aleccionadora que contempla al niño como un ser informe al que hay que moldear a voluntad del adulto (o esculpir, en este caso), sin atender a las experiencias e inquietudes del propio niño.
Pinocho está hecho de “una buena madera”, “madera durísima”, de un tronco que ya habla y expresa voluntades incluso antes de ser esculpido. Él es una marioneta que no tiene hilos, ni guante, ni habla con la voz de su amo, es una criatura de madera con voluntad propia que trata de ser de carne y hueso porque quiere crecer por dentro y por fuera.
Pinocho, como todo niño, es enormemente curioso; desea conocer el mundo al que acaba de llegar, pero no desde la cartilla y el pupitre, sino en el mundo; construyendo sus saberes desde el asombro y la experiencia a pesar de las múltiples adversidades que le irán asaltando.
Geppetto, por su parte, ha pretendido dar forma (formar a su gusto) a un modélico hijo que nunca ha tenido. Y se lamenta exclamando: “¡Qué desgracia de hijo! ¡Con lo que he trabajado yo para hacer un muñeco educado!”





Lo  que Carlo Collodi (vinculado a la masonería y la alquimia),  plantea en su obra remite, inevitablemente, a la clave de la vieja leyenda de El Golem o a la que, en 1818, plasmara Mary Shelley en su “Frankenstein”: la creación de un humanoide al servicio de su creador que acaba escapando a la voluntad de éste.

Collodi pone el foco en la infancia y la educación, dejando abiertas interesantes preguntas como: ¿Quién se muestra más burro, el viejo carpintero o su marioneta? ¿Quién es títere de quién, Pinocho de Geppetto o Geppetto de Pinocho? ¿Acaso es necesario que uno sea títere y otro titiritero?
Rebelión y obediencia, dos extremos que el autor confronta llevándolos al límite: el de los discursos morales adultos impermeables al alma infantil; y el del aprendizaje a través de la experiencia que obedece a los intereses del niño.
Pero… Pinocho aprende sin apenas ir a la escuela.

¡La polémica queda abierta y sigue vigente.

Ésta es la lectura de Pinocho que Ananda Dansa abraza para su "PinoXXIo" que, como su tíulo indica, aborda la obra desde una intemporalidad que permite tratar la historia y a sus personajes como contemporáneos del siglo XXI.

(*Nota sobre la gira)
  

Afortunadamente, no existen impecables niños modélicos como tampoco existen impecables educadores modélicos. Vivir invita a la duda y, desde ella, debería invitar mucho más a la escucha amorosa, el diálogo, la búsqueda de armonías y la aceptación del otro.

Decíamos que Pinocho aprende sin apenas ir a la escuela, aunque de la escuela obtenga ciertas enseñanzas. En este punto no puedo sino rememorar la interesantísima conferencia de Alberto Manguel titulada "Cómo Pinocho aprendió a leer", que tuve el privilegio de escucharle hace años y que se puede leer íntegramente en este enlace.


OTROS INOLVIDABLES PINOCHOS





De  entre las múltiples publicaciones, películas y demás creaciones (para todos los gustos) que Pinocho nos viene regalando desde hace más de un siglo, no podemos olvidar aquel otro Pinocho, el de Salvador Bartolozzi. Historietista e ilustrador madrileño de padre italiano que, como Collodi, inició sus publicaciones por entregas en semanarios.
Bartolozzi nace prácticamente a la par que el Pinocchio de Collodi y, en 1917, da vida a las andanzas de su particular Pinocho, en las que "el famoso muñeco de madera" realiza su sueño de viajar, ver mundo y correr aventuras.




Bartolozzi publica decenas de ingeniosas historias con su personaje protagonista y -esta vez sí-, "La pasión dominante de Pinocho era la lectura". Por ese motivo, el títere (en estas obras sin aspiraciones a ser un niño de verdad), se convierte en una especie de nuevo Quijote dispuesto a lanzarse a la aventura influido por los libros. Pinocho realiza viajes que remiten a Verne, Salgari... y,cómo no, al propio Collodi.



En 2004, la editorial mexicana Edaf, publicó un "Pinocho" de Bartolozzi que rescata: "Pinocho Emperador". "Pinocho en la China". "Pinocho en la Luna". Y "Pinocho en la isla desierta". Además de una sustanciosa introducción de Mª del Mar Lozano Bartolozzi, nieta del autor.



Y para poner un límite a esta entrada larga como la nariz de su protagonista, añadir que, de entre las múltiples ediciones actuales del Pinocho de Carlo Collodi, conviene también recordar la magníficamente ilustrada por otro italiano: Roberto Innocenti.

 

*Nota: En lo que resta de su gira en 2016 por España, Ananda Dansa llevará su PinoXXIo a escenarios de Toledo, Vitoria, Miranda de Ebro y Fuenlabrada (octubre). De Santurce, Pamplona, Alzira, Elda, Ponferrada y León (noviembre). Y de Gijón, Torrent, Ontinyent, Ibi, Alicante y Valencia (diciembre). 

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