18/6/15

LA ESCUELA O PELOURO: CANTO RODADO QUE INVITA A RODAR


O Pelouro

Visité O Pelouro a principios del presente mes de junio y, desde mi regreso, voy necesitando prácticamente el resto del mes para in-corporar (hacia el interior del cuerpo), digerir y comprender (abrazar) lo aprehendido allí en apenas 40 horas.
O Pelouro es una extra-ordinaria escuela concertada gallega cuyo nombre significa “canto rodado”; un canto rodado del muy próximo río Miño allí donde separa –más bien une, orilla frente a orilla-, a España con Portugal.

El Miño desde una ventana del Pelouro

Y la primera conexión que me despierta esa piedrecita de río, va ligada a la sugerencia de Gianni Rodari con su piedra en el estanque; una comparación que explica que, del mismo modo en que la piedra lanzada al estanque provoca ondas concéntricas que ponen en movimiento desde la mota de polvo hasta la cañita que flota o la barca del pescador; los peces que se asustan, la piedra que toca fondo removiendo el lodo o la arena y desentierra viejos objetos olvidados…; así la palabra lanzada al azar en la mente, provoca efectos muy similares desde la superficie hasta el fondo (y vuelta). Y lo mismo podríamos decir de una imagen, de un olor, de un sonido… y de todas sus interconexiones. Porque “las historias –decía Rodari-, se buscan, precisamente, buceando bajo el agua”.

Asamblea en el Ateneo
A O Pelouro acuden niños y niñas. Los hay pequeños, medianos, más mayores, de ojos claros, con síndrome de Down, de ojos oscuros, con alta capacidad, rubios, que oyen, que no oyen, delgados, espabilados, con algún trastorno del espectro autista, morenos, tímidos, altos, con alguna alteración psicótica, con desparpajo, curiosos, con distintos tipos de intereses…
Niños, sin más. Todo tipo de niñas y niños y algunos jóvenes. Todos ellos integrados en ese hermosísimo lugar junto a algunos adultos. Y juntos viven allí el día a día experimentando, jugando, aprendiendo, creando, con-viviendo y siendo.


Así ocurre que al Pelouro en su conjunto, con toda su identidad, sus componentes y sus más de 40 años de historia, se le pueden otorgar múltiples calificativos, pero no clasificarlo, ni mucho menos etiquetarlo. Simplemente no es posible, no se deja. Sólo se deja ser.



 











La trayectoria de Pelouro, desde su nacimiento de la mano de Teresa Ubeira y Juan Llauder, se ha desarrollado cargada de energía, de riguroso trabajo e ilusiones, pero también de no pocas incomprensiones institucionales y agobios económicos. No obstante, está regulado por un decreto específico para este modelo educativo, único en España, que lo declara "Centro Singular Experimental de Innovación Psicopedagógica e Integración". 
Muy recientemente ha sido seleccionado por Ashoka, junto a otros tres colegios españoles, como ejemplo a seguir de "centro agente de cambio" (Changemaker). Ante este acontecimiento, así se presenta a O Pelouro.


A lo largo de su de historia y su lucha, el recorrido de O Pelouro ha provocado múltiples publicaciones de artículos y otros documentos relativos a este concienzudo proyecto; por lo que resultaría absurdo repetir aquí informaciones ya relatadas y accesibles (relación de enlaces al pie de esta entrada).
Por mi parte, referiré algunos de los momentos con ellos compartidos.
Son las 10 de la mañana y acudimos a la asamblea en el Ateneo. Los niños van apareciendo en este espacio inundado de haces de luz. La mayoría vienen de sus casas, unos pocos proceden del piso de arriba, donde pernoctan 4 días a la semana. También vienen algunos muchachos y muchachas más mayores ataviados con su vestimenta de cocineros; trabajan en la cocina.  
Se suman al grupo los adultos: los maestros-mediadores, Juan, Teresa, Laura, hija de ambos, bailarina profesional que se ocupa de actividades de danza...
Todos tomamos asientos dispuestos en círculo mientras Teresa camina de aquí para allá desde el centro saludando a los niños.
Va a empezar a sonar la música con la que el propio alumnado ha elegido comenzar el día (o varios días hasta que opten por otras canciones). En este caso, la primera pieza ha sido elegida tras recientes varapalos institucionales a O Pelouro, ciertas dificultades del centro, el panorama político-social comentado en asambleas a través de noticias de prensa y también tras haber visto muchos niños la gala de los Premio Goya de este año. De modo que comienza a sonar “Resistiré”. Entre los reflejos de luz sobre la madera del Ateneo, múltiples voces infantiles corean a todo pulmón con brío y energía: ¡Resistiré para seguir viviendo!... mientras sigue entrando una riada de más niños pequeños.
Se me eriza la piel y el aliento ante ese cuadro que Juan, delicado de salud, absorbe en silencio con su mirada de vidriosos ojos azules. Una de las chicas de la cocina danza con entusiasmo en medio del escenario; un pequeño con trastorno autista es zarandeado amablemente por Teresa dándole volteretas sobre sus piernas mientras el niño ríe.
Los maestros observan y toman notas. Otro niño con trastorno autista de reciente incorporación al centro, manotea y da grititos excitado mientras el compañero de su lado lo calma y contiene con delicadeza. No falta tampoco la atención a un pequeño que es sordo y todavía no ha aprendido el lenguaje de signos; a las voces, se suma ahora la letra de la canción cantada por todo el grupo con signos. 
Cuando cesan los cantos, llega el momento de pensar para que cada cual decida en qué quiere trabajar hoy. Muchos niños se llevan las manos a la cara en silencio e, instantes después, con un ritmo rápido e incesante, se van pronunciando de uno en uno emprendiendo en el acto el camino hacia el rincón de trabajo elegido. Los maestros van desapareciendo con ellos.


¿Y qué ocurre en esos rincones de trabajo?
Algunas elecciones han sido individuales, en otras han coincidido varias personas que hacen grupo. Los más pequeños se han distribuido por sus amplios espacios. Un grupo ha optado por hacer galletas. Cascan, separan, mezclan, amasan... y van reconociendo esas palabras en un acercamiento a la escritura.

Otros han elegido rincones de juego simbólico, pintar con ceras, construcciones, modelar, puzzles, jugar en el ordenador con un juego sobre Egipto o continuar el enorme decorado (Torre Eiffel) para una obra de teatro.


























Entretanto, en otros espacios colindantes se han distribuido los niños más mayores. Trabajan con una organización propia, autonomía, colaboración y concentración admirables. Se documentan a través de múltiples recursos consultando a adultos o a los propios compañeros cuando lo necesitan. Los asuntos que los ocupan son múltiples y variados. Cuando me acerco a ellos, algunos niños me dan conversación sobre su trabajo.

El niño que está en el suelo, anda ocupado con sus prácticas de lectura. Su compañero investiga sobre el zorro. Entablamos conversación sobre animales, miramos documentación y me cuentan que fuera tienen, entre otros animales, una tortuga grande que está “en la cárcel” –dice uno-, el otro lo corrige aclarando que es una jaula grande.

Estas niñas se ocupan de la historia de la geometría. Han encontrado información sobre la curiosa cinta de Moebius y están experimentando con ella. Les propongo hacer algunos cortes en la cinta. Se ponen a ello y miran los resultados sorprendidas.
Cerca de ellas, otras niñas no sé qué relación han establecido con una figura de la danza: Nijinsky. En ese momento se acerca Teresa, les ofrece un libro y les habla del bailarín. Las niñas acuden a uno y otro ordenador hasta dar con la imagen de un histórico salto de Nijinsky. En esta escuela, todos danzan. 


Además de tranquilizar con mucha templanza a su compañero de mesa, Iago me da una extensa información sobre sus investigaciones. Le interesa la domótica y la urbótica; términos que me aclara incluso con referencias etimológicas. Me explica también que la robótica, aplicada a la nanotecnología, ha conseguido logros escalofriantes combatiendo enfermedades letales mediante un nanorobot que, introducido en el cuerpo humano, regenera las células enfermas. "Ya somos prácticamente inmortales" -me asegura.
Este chaval tiene en la mesa (arriba a la izquierda) la “Historia de la Belleza” de Umberto Eco. Ha sido su tema elegido y está muy concentrado en él.  




“Viaje al interior del cerebro humano” es el asunto que ocupa a estas niñas. Se documentan, recogen una lluvia de ideas, establecen interconexiones entre ellas creando mapas mentales (nunca mejor dicho), consultan, elaboran… 

Ellos andan experimentando con la arqueología.

Y estos otros dos niños, situados frente a la ventana que da al Miño, se llenan de misterios de las profundidades marinas a golpe de documentales. 
Su concentración también es profunda.

Enfrascado como está cada cual en sus asuntos con esa seriedad alimentada de interés, nadie parece acordarse de un posible descanso, de un recreo; hasta que se hace la hora de comer. 

Entonces todo el mundo recoge, ordena, asea y sale a ese entorno rodeado de bosque bajo el sonido del agua que corre aquí y allá.
En el comedor, uno de los muchachos de cocina sirve en los platos que le acercan los niños. Comen tranquilamente mientras las charlas alegres se acompasan sobre la música de Mozart.
Queda en el tintero (o en el teclado), mucho más por contar: las conversaciones con Teresa, su interés por Zubiri y la Inteligencia Sentiente; la poesía de Juan; las danzas de Laura; la también admirable dedicación de maestros y colaboradores, la mágica abadía reconvertida junto a la escuela… Pero el relato se hace interminable. O Pelouro es inabarcable.

Más que una escuela alternativa, diría que Pelouro ofrece múltiples alternativas a la Escuela. Como reza en su artículo 4º el  Decreto 129/1988 que le reconoce a O Pelouro un “Réxime Especial de Funcionamento”: las experiencias e investigación del citado centro tenderán a ser extrapolables a los centros ordinarios.
O Pelouro necesita sustentar su estructura económica así como el compromiso y  apoyo institucional. Necesita mantener viva su lucha y sus energías, aunar fuerzas para que continúe vivo ese bosque surgido de la potente semilla que Teresa y Juan plantaron hace más de cuatro décadas. Y, a su vez, ofrece los frutos de ese bosque para -como destaca el decreto-, extrapolar más semillas a nuevas iniciativas, a otros bosques únicos y diversos. Porque no se trata de pretender sembrar clones del irrepetible Pelouro, sino de que ese canto rodado lanzado al río, remueva nuevas aguas en otros lugares, en escuelas de todos y para todos donde, de forma saludable, se pueda crecer y aprender con entusiasmo; se pueda vivir dejándose SER.
  
Relación de enlaces:
*En este mismo número, uno de los artículos más completos: "O Pelouro, una escuela del corazón organizada desde la cabeza” (Quintín Álvarez Núñez) / Enlace no localizado.
“Vivir O Pelouro” y “Una integración interactiva” (José Contreras Domingo) Cuadernos de Pedagogía.
“O Pelouro: la escuela real, la piedra, la radical y audaz pedagogía-vida buscada y compartida” (Gonzalo Romero) Rescoldos nº 14
 https://plataformaporlaeducacion.files.wordpress.com/2010/06/opelouro_-la-escuela-real.pdf


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