1/10/14

¿POLÍTICAMENTE INCORRECTO?

¿"Políticamente incorrecto"? Curioso término donde los haya. Especialmente en nuestros días.
Ante el actual panorama “político” y su alarmante sello de muy dudosa “corrección”, (me pregunto) ¿no habría que poner todas las energías en la consecución de lo “políticamente incorrecto”?
Me remito a la literatura supuestamente destinada a la infancia y juventud:


Cuando, a finales de la década de los 70 y en los años 80, comenzaron a publicarse en España excelentes obras nacionales y extranjeras de literatura infantil y juvenil –muchas de ellas hoy ya casi olvidadas o descatalogadas-, todavía teníamos la fortuna de que no imperase lo “políticamente correcto”.


Subsistían, incluso con más fuerza que en épocas anteriores, publicaciones como las de la incorrectísima y apasionante Pippi Calzaslargas de Astrid Lindgren. Se traducían magistrales historias como Momo de Michael Ende o numerosas obras del políticamente incorrecto Roald Dahl. 



Circulaban, entre otras, las insólitas aventuras de Mercedes e Inés de Consuelo Armijo; El castillo de las tres murallas de Carmen Martín Gaite… 














Y tantísimas otras publicaciones de autores a los que hoy apenas se encuentra en los anaqueles de las librerías, invadidos como están de vampiros baratos y otras ediciones bañadas en llamativos brillos y purpurinas.


Algunos de éstos y otros valiosos títulos siguen, afortunadamente, reeditándose. No obstante, el listado de obras y autores que con el paso del tiempo se van ignorando sería demasiado extenso si nos pusiéramos a pormenorizar. 
Pero hoy quiero prestar especial atención a otra de estas autoras. Tal vez quedara más “políticamente correcto” si fuera un homenaje póstumo, que está más de moda; pero no, no es el caso; que yo sepa, Christine Nöstlinger sigue viva y espero que con buena salud.


Esta austriaca nacida en 1936, hija de una maestra y un relojero, nos ha venido deleitando con obras cuyos personajes son de lo más políticamente incorrectos: Federica la Pelirroja. Rosalinde tiene ideas en la cabeza. Hugo, el niño en sus mejores años (una de sus obras más extraña, curiosa y desconocida). ¡Que viene el perro! y, entre muchas otras, Konrad o el niño que salió de una lata de conservas.


Y es en esta última obra en la que me gustaría detenerme, puesto que su recuerdo me anda persiguiendo últimamente en vista de las crecientes pretensiones políticas de “correcta domesticación” de la infancia.


En esta historia, la señora Bartolotti (políticamente incorrecta donde las haya), carece de experiencia con los niños, pero un buen día recibe un extraño paquete postal. Contiene una gran lata de conservas de cuyo interior le sale un hijo de 7 años: Konrad.


Konrad es un niño prefabricado, por consiguiente, diseñado al más puro gusto adulto de lo políticamente correcto. La criatura salió de fábrica tan asquerosamente bien domesticada, que la pobre Bartolotti, con el fin de que no le arrebaten a su inesperado hijito, tendrá que poner en marcha toda su imaginación para que Konrad “des-aprenda”.

Como en otras de las obras de Nöstlinger, los personajes que participan en esta aventura, crean con toda naturalidad un armonioso equipo lleno de fuertes contrastes que se complementan. Es ésta una clave muy propia de la autora que se manifiesta en un auténtico grito de respeto y defensa de la diversidad.

Konrad o el niño que salió de una lata de conservas, me parece un libro especialmente recomendable para una lectura compartida en voz alta y comentada. Puede interesar a personas de muy diversas edades e invita a hacer múltiples lecturas en su lectura.

La diversidad que ofrece lo denominado “políticamente incorrecto”, lo aparentemente disparatado, irreverente y fantástico invita, no sólo al disfrute y la sorpresa, sino también a la reflexión, los hallazgos y la saludable duda que nos permite seguir creciendo. Invita a salir de lo cotidiano y a regresar con nuevas riquezas, que es, en definitiva, el viaje fundamental que nos regala la literatura.
Entretanto, los “mercados” inundan las librerías de anodinas publicaciones “políticamente correctas”, planas y homogeneizantes que, a lo más, invitan a matar el tiempo sin pena ni gloria. No obstante, por fortuna todavía tenemos acceso a otras opciones, aunque cueste más trabajo dar con ellas.


 Ya lo advertía nuestro Antonio Machado:
“Nada os importe ser intelectuales… huid de lo novedoso…, de cada diez novedades que pretenden descubrirnos, nueve son tonterías. La décima y última, que no es una necedad, resulta a última hora que tampoco es nueva.”

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