¿"Políticamente
incorrecto"? Curioso término donde los haya. Especialmente en nuestros días.
Ante
el actual panorama “político” y su alarmante sello de muy dudosa “corrección”,
(me pregunto) ¿no habría que poner todas las energías en la consecución de lo “políticamente
incorrecto”?
Me remito a la literatura supuestamente destinada a la infancia y juventud:
Cuando, a finales de la década de los 70 y en los años 80, comenzaron a publicarse en España excelentes obras nacionales y extranjeras
de literatura infantil y juvenil –muchas de ellas hoy ya casi olvidadas o
descatalogadas-, todavía teníamos la fortuna de que no imperase lo “políticamente
correcto”.
Subsistían,
incluso con más fuerza que en épocas anteriores, publicaciones como las de la
incorrectísima y apasionante Pippi Calzaslargas
de Astrid Lindgren. Se traducían magistrales historias como Momo de Michael Ende o numerosas obras
del políticamente incorrecto Roald Dahl.
Circulaban, entre otras, las insólitas aventuras de Mercedes e Inés de Consuelo Armijo; El castillo de las tres murallas de Carmen Martín Gaite…
Y tantísimas otras publicaciones de autores a los que hoy apenas se encuentra en los anaqueles de las librerías, invadidos como están de vampiros baratos y otras ediciones bañadas en llamativos brillos y purpurinas.
Algunos de éstos y otros valiosos títulos siguen, afortunadamente, reeditándose. No obstante, el
listado de obras y autores que con el paso del tiempo se van ignorando sería demasiado extenso si nos
pusiéramos a pormenorizar.
Pero hoy quiero prestar especial atención a otra de estas autoras. Tal vez quedara más “políticamente correcto” si fuera un homenaje póstumo, que está más de moda; pero no, no es el caso; que yo sepa,
Christine Nöstlinger sigue viva y espero que con buena salud.
Esta
austriaca nacida en 1936, hija de una maestra y un relojero, nos ha venido
deleitando con obras cuyos personajes son de lo más políticamente incorrectos: Federica la Pelirroja. Rosalinde tiene ideas en la cabeza. Hugo, el niño en sus mejores años (una
de sus obras más extraña, curiosa y desconocida). ¡Que viene el perro! y, entre muchas otras, Konrad o el niño que salió de una lata de
conservas.
Y
es en esta última obra en la que me gustaría detenerme, puesto que su recuerdo
me anda persiguiendo últimamente en vista de las crecientes pretensiones políticas de “correcta
domesticación” de la infancia.
En
esta historia, la señora Bartolotti (políticamente incorrecta donde las haya),
carece de experiencia con los niños, pero un buen día recibe un extraño paquete
postal. Contiene una gran lata de conservas de cuyo interior le sale un hijo de
7 años: Konrad.
Konrad
es un niño prefabricado, por consiguiente, diseñado al más puro gusto adulto de
lo políticamente correcto. La criatura salió de fábrica tan asquerosamente bien
domesticada, que la pobre Bartolotti, con el fin de que no le arrebaten a su
inesperado hijito, tendrá que poner en marcha toda su imaginación para que
Konrad “des-aprenda”.
Como
en otras de las obras de Nöstlinger, los personajes que participan en esta
aventura, crean con toda naturalidad un armonioso equipo lleno de fuertes contrastes que se
complementan. Es ésta una clave muy propia de la autora que se manifiesta en un auténtico
grito de respeto y defensa de la diversidad.
Konrad o el niño
que salió de una lata de conservas, me parece un libro especialmente recomendable
para una lectura compartida en voz alta y comentada. Puede interesar a personas
de muy diversas edades e invita a hacer múltiples lecturas en su lectura.
La
diversidad que ofrece lo denominado “políticamente incorrecto”, lo
aparentemente disparatado, irreverente y fantástico invita, no sólo al disfrute
y la sorpresa, sino también a la reflexión, los hallazgos y la saludable duda
que nos permite seguir creciendo. Invita a salir de lo cotidiano y a regresar
con nuevas riquezas, que es, en definitiva, el viaje fundamental que nos regala
la literatura.
Entretanto,
los “mercados” inundan las librerías de anodinas publicaciones “políticamente
correctas”, planas y homogeneizantes que, a lo más, invitan a matar el tiempo
sin pena ni gloria. No obstante, por fortuna todavía tenemos acceso a otras opciones,
aunque cueste más trabajo dar con ellas.
Ya
lo advertía nuestro Antonio Machado:
“Nada
os importe ser intelectuales… huid de
lo novedoso…, de cada diez novedades que pretenden descubrirnos, nueve son
tonterías. La décima y última, que no es una necedad, resulta a última hora que
tampoco es nueva.”
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