Nota: Entrar detenidamente en esta materia en el contexto de un blog,
es un asunto harto difícil por su extensión.
Dejo ciertos enlaces y datos para quien tenga la curiosidad de profundizar en ellos.
Hace ya años, el hallazgo de la figura de Arno Stern y su "Juego de pintar" me suscitó mucho interés. Indagué en su extensa e intensa labor de toda una vida (aún activa a sus casi 90 años). Logré concertar en 2008 un encuentro con su amigo y discípulo español Miguel Castro y tuve la ocasión, junto a una compañera, de visitar como observadora silenciosa su taller en Bilbao durante la actividad de una sesión.
Lenta e inconscientemente, el legado de toda esa experiencia que Arno Stern ofrece a la humanidad, ha continuado latente en mí haciendo su camino silencioso, como hibernando. Hasta que recientemente, sin saber cómo ni por qué, despertó un día con una vitalidad impaciente, como una necesidad imperiosa.
Devoré vídeos de las conferencias de Arno en cualquiera de las lenguas en que lograse mínimamente defenderme, deshojé páginas web, así como otra documentación que se iba ramificando sin límite. Me empapé.
Pero esas ramificaciones me condujeron a su descendencia; especialmente a su hijo André Stern y también a su pequeño nieto Antonin.
Pero esas ramificaciones me condujeron a su descendencia; especialmente a su hijo André Stern y también a su pequeño nieto Antonin.
Entonces mi interés se incrementó invadiéndome de saludables dudas, de conexiones múltiples con mis propias experiencias personales-profesionales, de replanteamientos sobre todo lo que implica al aprendizaje en el ser humano... Y continué indagando en la saga Stern.
Un factor crucial seguía alimentando mi creciente curiosidad: el hecho de ir viendo desvelarse la coherencia natural y espontánea - es decir, no buscada, teorizada, dogmatizada o predeterminada -, con la que esta familia se ha conducido (y conduce) a lo largo de tres generaciones. Ofreciendo unos testimonios que - si bien no son panacea de nada ni tienen la más mínima intención de serlo -, incitan, cuando menos, a replantearse la educación de arriba abajo.
El libro de André Stern "Yo nunca fui a la escuela" (publicado en francés, alemán y español), es todo un nido de reflexiones. André, como su hermana Eléonore, jamás pisó una escuela. Tampoco tiene títulos oficiales; simplemente ha dedicado su vida a jugar. Y... habla cinco idiomas, es músico (guitarrista), compositor, lutier (constructor de instrumentos), escritor, conferenciante, periodista, ha sido nombrado director de la iniciativa "Des hommes pour demain" por el investigador en neurología avanzada Prof. Dr. Gerald Hüther; es el iniciador del movimiento "Ecología de la Educación" y director del Instituto Arno Stern (Laboratorio de observación y preservación de las disposiciones espontáneas del niño). Además de sus variadas implicaciones en el mundo de las artes escénicas, etc., etc., etc.
Sin el recorrido vital de Arno Stern, su "Closlieu", la "Formulation" y el "Jeu de peintre"; sin la labor y empatía de su esposa Michèle Arella, difícilmente se puede comprender el devenir de sus descendientes. En este modus vivendi de los Stern hay una absoluta aceptación de las disposiciones y dotaciones naturales del ser humano y un dejarlas fluir sin miedos ni pretensión alguna. Hay, ademas, determinados aspectos clave: juego espontáneo, curiosidad y entusiasmo.
¿Qué hace un niño cuando lo dejamos tranquilo? - pregunta al auditorio André Stern en una de sus conferencias. Y responde: ¡juega! Y si lo que el niño hace cuando se le deja en paz es jugar y continúa jugando si no se le interrumpe, cabría preguntarse que, tal vez, esa actividad tenga una pertinencia y una importancia para el niño.
Lo extraño es que no se plantee todo el mundo esta cuestión; sin embargo es sorprendente que todo el mundo esté dispuesto a interrumpir la ocupación del juego para imponer el aprendizaje.
Y continúa preguntando: ¿Qué pasaría si dejásemos a un niño jugar durante toda la vida; durante 42 años, por ejemplo? ¿Cómo saldría? ¿Sería un salvaje, un analfabeto, asocial, vago?
Eso es lo que yo he vivido y no soy ninguna de esas cosas, sin embargo, continúo a mis 42 años jugando como el primer día.
Todas las grandes cosas nos ocurren porque hemos sentido curiosidad y nos hemos entusiasmado por ellas. O dicho de otra manera, cuando conducimos al niño hacia lo que consideramos importante para su formación, paralelamente le impedimos practicar aquello que le conduciría a lo mismo directamente, es decir, el juego.
Y termina recomendando:
Cuanto más jueguen ustedes, menos les enseñarán y más aprenderán.
En este vídeo "Educar fuera de los senderos escolares", también aparecen los Stern (aprox. min. 3.35).
Recientemente se ha estrenado en Austria y Alemania una película documental titulada "Alphabet (miedo o amor)" dirigida por el austriaco Erwin Wagenhofer. En ella, André y su niño, entre otros, son protagonistas. También el español Pablo Pineda, al que el síndrome de Down no le ha impedido convertirse en actor y licenciado universitario.
Parece que el film debe de abrir una significativa brecha entre los verbos educar (del latín ex-ducere: sacar de dentro, extraer) e instruir (instruere: enseñar, adoctrinar desde fuera).
Ante unos sistemas educativos demasiado generalizados en los que prima lo cuantitativo sobre lo cualitativo, la inmediatez sobre los procesos naturales, la forma sobre el fondo, el "parecer" sobre el "ser", lo racional en detrimento de lo intuitivo, las programaciones preestablecidas sobre las necesidades del individuo o el mercantilismo competitivo sobre la naturaleza humana; cabría considerar la conveniencia de poner muchas cosas en duda, muchas. Y acercarnos al reencuentro de las necesidades de nuestra especie.
Arno Stern llama la atención sobre el hecho de que hoy nos preocupemos de todo lo que se destruye en nuestro entorno medioambiental, pero - advierte -, hay que preocuparse también mucho de lo que está amenazado en el interior del ser humano.
Y añade: “Es importante, para su equilibrio, que la persona tenga la posibilidad de escapar a la vigilancia de su razón para entregarse a un acto no intencional."
El libro de André Stern "Yo nunca fui a la escuela" (publicado en francés, alemán y español), es todo un nido de reflexiones. André, como su hermana Eléonore, jamás pisó una escuela. Tampoco tiene títulos oficiales; simplemente ha dedicado su vida a jugar. Y... habla cinco idiomas, es músico (guitarrista), compositor, lutier (constructor de instrumentos), escritor, conferenciante, periodista, ha sido nombrado director de la iniciativa "Des hommes pour demain" por el investigador en neurología avanzada Prof. Dr. Gerald Hüther; es el iniciador del movimiento "Ecología de la Educación" y director del Instituto Arno Stern (Laboratorio de observación y preservación de las disposiciones espontáneas del niño). Además de sus variadas implicaciones en el mundo de las artes escénicas, etc., etc., etc.
Sin el recorrido vital de Arno Stern, su "Closlieu", la "Formulation" y el "Jeu de peintre"; sin la labor y empatía de su esposa Michèle Arella, difícilmente se puede comprender el devenir de sus descendientes. En este modus vivendi de los Stern hay una absoluta aceptación de las disposiciones y dotaciones naturales del ser humano y un dejarlas fluir sin miedos ni pretensión alguna. Hay, ademas, determinados aspectos clave: juego espontáneo, curiosidad y entusiasmo.
¿Qué hace un niño cuando lo dejamos tranquilo? - pregunta al auditorio André Stern en una de sus conferencias. Y responde: ¡juega! Y si lo que el niño hace cuando se le deja en paz es jugar y continúa jugando si no se le interrumpe, cabría preguntarse que, tal vez, esa actividad tenga una pertinencia y una importancia para el niño.
Lo extraño es que no se plantee todo el mundo esta cuestión; sin embargo es sorprendente que todo el mundo esté dispuesto a interrumpir la ocupación del juego para imponer el aprendizaje.
Y continúa preguntando: ¿Qué pasaría si dejásemos a un niño jugar durante toda la vida; durante 42 años, por ejemplo? ¿Cómo saldría? ¿Sería un salvaje, un analfabeto, asocial, vago?
Eso es lo que yo he vivido y no soy ninguna de esas cosas, sin embargo, continúo a mis 42 años jugando como el primer día.
Todas las grandes cosas nos ocurren porque hemos sentido curiosidad y nos hemos entusiasmado por ellas. O dicho de otra manera, cuando conducimos al niño hacia lo que consideramos importante para su formación, paralelamente le impedimos practicar aquello que le conduciría a lo mismo directamente, es decir, el juego.
Y termina recomendando:
Cuanto más jueguen ustedes, menos les enseñarán y más aprenderán.
En este vídeo "Educar fuera de los senderos escolares", también aparecen los Stern (aprox. min. 3.35).
Parece que el film debe de abrir una significativa brecha entre los verbos educar (del latín ex-ducere: sacar de dentro, extraer) e instruir (instruere: enseñar, adoctrinar desde fuera).
Ante unos sistemas educativos demasiado generalizados en los que prima lo cuantitativo sobre lo cualitativo, la inmediatez sobre los procesos naturales, la forma sobre el fondo, el "parecer" sobre el "ser", lo racional en detrimento de lo intuitivo, las programaciones preestablecidas sobre las necesidades del individuo o el mercantilismo competitivo sobre la naturaleza humana; cabría considerar la conveniencia de poner muchas cosas en duda, muchas. Y acercarnos al reencuentro de las necesidades de nuestra especie.
Arno Stern llama la atención sobre el hecho de que hoy nos preocupemos de todo lo que se destruye en nuestro entorno medioambiental, pero - advierte -, hay que preocuparse también mucho de lo que está amenazado en el interior del ser humano.
Y añade: “Es importante, para su equilibrio, que la persona tenga la posibilidad de escapar a la vigilancia de su razón para entregarse a un acto no intencional."
Este dejarme llevar siguiendo durante semanas la estela Stern (Stern en alemán significa estrella), me ha sumergido en un juego guiado por el entusiasmo y la curiosidad para el que no había urgencias ni objetivos previos. Y he sentido que de los múltiples documentos y conferencias de Arno y su hijo, se desprendía la necesidad y el deseo de difundir sus experiencias vitales inseparables de su trabajo. De darlo a conocer y compartirlo con otros sin cansarse de repetir frases como: "Yo no vendo nada". "Yo no hablo de cómo hay que vivir, no es mi función, no soy consejero familiar". "Esto no es un método, un recetario o una guía de anticonformismo, se trata de un testimonio."...
Pero resulta que sus testimonios, sin la menor intención de convertirse en modelo a reglar o institucionalizar, implican repensar - y mucho -, los conceptos de educación y de vida que generalmente manejamos.
Cuando alguien comienza a leer "Yo nunca fui a la escuela", no es difícil que piense: Claro, pero André se crió en un contexto muy favorable, eso no sirve para otros.
¡Por supuesto que no sirve para otros!, porque los otros somos otros, muchos otros diferentes. Pero eso también lo aclara André Stern en su libro.
4 comentarios:
Apasionante documento.
Excelente Ana . Me sumo a seguir este hilo apasionante también para mi. Se aprende jugando y con el paso del tiempo cada vez me cuestiono más lo realmente importante de aquello que no lo es, y no dejo de sorprenderme. Vivimos en una sociedad que valora el tener no el ser, alimenta la ambición desmedida y el deseo desbocado siempre sediento de más y ya!. Pensar, reflexionar....tienen cada vez menos espacio en este mundo lleno de ruido.
Hasta hace poco descubrí esta NUEVA VISION DEL APRENDIZAJE.
Estoy organizando un ARTICULO sobre ARNO Y ANDRE STERN.
Felicito a ANA LUISA RAMIREZ por su interesante articulo.
Marly Jose España E.
Muchas gracias por el aporte, no conocía del trabajo de los Stern, sin embargo creo que es lectura y referencia obligada para quienes estamos en la investigación para empezar educación en casa.
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