15/9/11

NIÑOS, ADULTOS Y EDUCACIÓN


Queridos adultos:

Se acerca el otoño y, como todos los años, “toca” hablar de Educación. Después el asunto se va diluyendo como un terrón, con el agravante de que cada terrón otoñal va dejando un poso acumulativo que ya empieza a rebosar.
Tras más de 30 años dedicada a la docencia y casi la mitad de ellos ejerciendo como freelance desde diversas vertientes educativas, me encuentro con el privilegio y, en ocasiones con el desespero, de poder observar de forma bastante amplia el panorama escolar de nuestro país, especialmente en centros públicos de diversas comunidades, que es a los que básicamente me refiero.
Antes de continuar, me permitiré recordaros dos datos cruciales:
1. Los cambios a nivel mundial desde mediados del S.XX hasta nuestros días, han sido históricamente vertiginosos. Pero además, en nuestro caso, debemos sumar a ello que, en ese mismo proceso, España se ha saltado con pértiga el inmovilismo de 40 años de dictadura. También en la Escuela.
2. Desde hace muy pocas décadas y por primera vez en la historia, el 100% de la población infantil de España está escolarizada.
Estos datos significan que la actual realidad escolar es enormemente diferente a la que los adultos de cualquier otra generación anterior podamos recordar.
Imprescindible no perder de vista estas claves.
Hay que tener en cuenta que el 100% significa “todos”, también los hijos de delincuentes, de mujeres maltratadas o asesinadas, de abusadores… También los niños de familias pertenecientes a las más diversas etnias y culturas, incluso de los que no entienden ni una palabra de nuestra lengua. También las criaturas con enfermedades crónicas, discapacidades sensoriales, psíquicas, motrices… ¡Todos! Y está muy bien que así sea. Pero por poca imaginación que uno tenga, no resulta difícil suponer las complicaciones ante las que se encuentran día a día los docentes en la escuela.

Resulta de perogrullo que este vertiginoso y JUSTO cambio histórico exija, paralelamente, una enorme inversión de medios, especialmente HUMANOS y profesionales. Pero no sólo no ha sido así, sino que además, los que insuficientemente había, se están aniquilando con el creciente goteo de reducción de personal docente.
Entretanto, no es nada infrecuente que una maestra o maestro cualquiera de la Escuela Pública se encuentre cotidianamente con lo siguiente:
. Al margen de su mayor o menor formación, vocación, profesionalidad o ganas de trabajar; ante un nutrido y heterogéneo grupo de alumnos (obsérvense los ejemplos del 100%), tiene que “atender a la diversidad”. La denominada “atención a la diversidad”, es un término maravilloso del que se hace uso hasta el abuso como primoroso adorno entre los objetivos educativos fundamentales, pero que, a la hora de la práctica, las estructuras, medios y recursos para aplicarla son harto insuficientes.


. El maestro/a ha de preparar las clases y materiales necesarios para la actividad diaria, intentando con ello que todo su alumnado vaya apropiándose de los conocimientos pertinentes. Asunto, éste, sobre el que se ejerce una desmedida presión desmotivadora, homogeneizante y llena de urgencias. ¿Dónde queda, entonces, la atención a la diversidad?
. Debe coordinar su trabajo con el del resto de profesores de su ciclo y con el claustro en su conjunto.
. Tiene que mantener un régimen de entrevistas con los padres de sus alumnos (tanto si acuden a las citas como si no, tanto si hablan castellano como chino).
. Debe andar con pies de plomo a la hora de entregar a ciertos niños a sus familiares a la salida de la escuela, pues hay progenitores que tienen órdenes de alejamiento, hay abuelos que no tienen autorización para recoger a sus nietos y hay, incluso, niños de los que nadie se acuerda de ir a recoger a la salida del cole.
. Ni que decir tiene que también ha de hacer un seguimiento y evaluación de cada uno de los miembros de su grupo. Además de responder puntualmente a las abundantes y crecientes exigencias (muchas de ellas absolutamente inútiles o contradictorias) de la administración pública educativa.
Para facilitarle las cosas, también cabe la posibilidad de que le hayan asignado una de esas aulas prefabricadas que suenan a lata cada vez que las criaturas se mueven y por donde se cuelan toda clase de inclemencias climáticas.
Esta larga – aunque incompleta – lista, requiere sus constantes reuniones de trabajo. Además está la formación continua, los múltiples encuentros de comisiones educativas, etc.
Mientras tanto, el o la docente en cuestión, va viendo mermar, no sólo los recursos y apoyos de los que echar mano, sino también su nómina. Pues, por aquello de la crisis, en el último año también ha habido una reducción general de sueldos para los docentes de las escuelas públicas y concertadas.
Éstos son aspectos cotidianos de la situación actual del profesorado. Pero, frente a semejante jaula de adultos locos y desorientados, con sus leyes, sus reformas, sus prisas, sus negocios, sus intereses… ¿se pregunta alguien, por ejemplo, cómo anda la salud física y mental de la infancia en medio de este caos? ¿O acaso se trata tan sólo de una masa de menores que conforma la alarmante y molesta estadística del fracaso escolar?
Los medios de comunicación, principalmente en otoño, abordan en sus análisis cualquier tipo de matices relativos al panorama educativo, pero se da la circunstancia de que todos, sin excepción, atañen exclusivamente a las inquietudes del adulto.
¿No cabría preguntarse también qué reclaman a gritos los niños amordazados por el fracaso escolar-político-social-económico-cultural-afectivo-moral… de los adultos?
Ante el panorama educativo expuesto nuestros escolares, desde los 3 años (si no antes) hasta los 16, pasan una enormidad de horas de sus vidas sentados en las aulas con escasas posibilidades de experimentar, de interactuar cooperando, de expresar sus curiosidades, sus inquietudes, su creatividad y de hacerse protagonistas de su propio aprendizaje. Eso exige unos requisitos que nuestra Escuela Pública (entre otras) no facilita demasiado. También convendría preguntarse por qué, pues el motivo no es sólo económico.
El sistema vigente sigue, a pesar de las apariencias, “invitando” a que los niños trabajen de forma tediosamente uniforme, obediente, literal, estereotipada, preprogramada y sin sentido alguno, desatendiendo, de este modo, las capacidades y curiosidades que todo niño alberga en su interior. Así como las ganas de indagar, experimentar y jugar con ellas para despejarlas, para aprender.


Ellos manifiestan sus malestares como pueden, aunque no sepan el motivo; entonces - entre muchas otras reacciones -, brota el desinterés con sus consiguientes “fracasos”. Y da la impresión de que lo que le preocupa al adulto es más el fracaso que el niño, más los síntomas que las causas. Porque si el síntoma no se manifiesta, el problema parece no existir.

Hay un dato especialmente llamativo. Ciertos escolares, quizá demasiados, se desconectan de ese entorno presumiblemente educativo:
Supongamos que una criatura arrastra graves problemas familiares, sociales o de cualquier otra índole desde su nacimiento. Ocurrirá que quizá se mueva desde dimensiones e inquietudes diferentes a las de sus compañeros. En el marco escolar vigente: “Distorsiona”.
Quizá otro niño pierda con frecuencia el interés por lo que ocurre en su entorno, no atienda a nada, se ponga nervioso y no pare quieto: “Molesta”.
Los habrá que se ausenten y se hagan invisibles: “Resultan incómodos”.
Estará también el que se aburra, se inquiete y saque todo su potencial agresivo: “Crea problemas”.
¿No resulta poderosamente llamativo que a una enorme cantidad de estas criaturas se les diagnostique, casi automáticamente, un T.D.A.H.?
¡¿Y qué es eso?! – se pueden preguntar los que no se hayan visto salpicados por estas siglas. Hace apenas una década, casi nadie en los colegios españoles las había escuchado. Y de pronto, tras una ráfaga de vientos estadounidenses, nuestras escuelas se han llenado de criaturas diagnosticadas de “Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad” (de ahí las mentadas siglas).
Parece ser que lo de la H es alternativo, a saber: ¿Qué el crío es molestamente movidito? ¡H concedida! ¿Qué se queda quietecito y pasa de todo? Pues lo mismo, pero sin H.
No pretendo negar la existencia de dicho trastorno, no soy Científica y no estoy capacitada para ello (aunque me conste que, neurológicamente, no haya forma objetiva de demostrarlo), pero semejante epidemia, sinceramente, no resulta en absoluto creíble.
Lo triste, grave y preocupante no es el diagnóstico, que también, porque no deja de ser un estigma. Lo que alarma es que a un enorme porcentaje de diagnósticos les sucede la medicación. Un fármaco que modifica la conducta del paciente, aunque no sepamos exactamente en qué medida ni a qué precio.
Ya empieza a resultar difícil conocer alguna escuela en la que no haya unos cuantos niños medicados por T.D.A.H. con Concerta, Rubifén o Ritalín.
(Para información más extensa: http://www.asmi.es/ / Información y eventos.)
Intentar dar una educación saludable a toda la población infantil exige contemplar muchos requisitos, empezando por cuidar la salud del profesorado (la física, mental y profesional). Pero no creo que la clave milagrosa – como parece que se nos pretendan hacer creer –, esté en las glorias de las nuevas tecnologías, en las fichas, los libros de texto de papel o digitales, las etiquetas estigmatizantes ni, muchísimo menos, en las drogas químicas.
Queridos adultos: No se trata de la cáscara, sino del huevo.
Ana-Luisa Ramírez

7 comentarios:

Nati dijo...

Hola Ana Luisa, soy Nati de Cheste; me ha encantado tu entrada, con la que coincido al 100%.
Enhorabuena y gracias por contarlo.

Ana-Luisa Ramírez dijo...

Me alegra que te haya encantado y, ya que es así, invita a leerlo a todo el que le pueda interesar, que buena falta hace difundir estos datos.
Gracias por dejar comentario, es lo que da vidilla al blog.

amal dijo...

¡Qué bien definido lo que pasa por nuestras mentes y por nuestros corazones!
La indignación se masca en las escuelas y en cada familia, o así debería ser....
Un abrazo, Amal.

Anónimo dijo...

Texto exquisito, veraz y amorosamente humano.
No tiene desperdicio.
No es fácil encontrar una mente tan clara en estos tiempos de mediocridad, superficialidad. y... en la era del tener.

Arora dijo...

Ay Ana!! cuánta razón hay en esas palabras tan bien escritas.... yo me uno a la reflexión y desde la salud nfantil y adulta corroboro este caos que hemos formado, pero no perdamos la esperanza, un día se abrirá el huevo y reiniciaremos la verdad :)

Ánimos

marta.febrer dijo...

Soy profesora de secundaria en un centro concertado en el que convivimos primaria y secundaria. Estoy totalmente de acuerdo contigo, sobretodo cuando haces referencia a la gran cantidad de horas que nuestros alumnos pasan en él aula sin poder satisfacer sus propias necesidades de aprendizaje ni ser protagonistas del mismo. Estamos encorsetados y ocupados en cumplir objetivos, justificar resultados, acabar los contenidos de los libros, etc.y pretendemos que nuestros alumnos sigan uno a uno los puntos de nuestras programaciones sin poder detenernos ni adecuarnos a su proceso de aprendizaje. La escuela es pobre en materiales, materiales vivos, reales, la escuela implica largas horas sentados en un pupitre en silencio, trabajando y sin interrumpir. Se coartan la espontaneidad y la creatividad. Se potencia la masa, la homegeneidad y nos da miedo la singularidad. Para mi, lo más duro educación infantil. Pero así es el sistema, acabo de escolarizar a mi hijo en P4 y espero que los profesores que encuentre en su camino le miren con amor y ternura, espero que se esfuercen por empatizar con sus inquietudes y que no dediquen la mayor parte de su energía en conseguir que la clase este callada y siga sus explicaciones interrumpieno lo justo.
marta

Ana-Luisa Ramírez dijo...

Muchas gracias, Marta, por dejar tu comentario que me permito también comentar.
Es evidente que el malestar en este ámbito está cada vez más latente y creo que hay que decirlo, dar a conocer la situación que demasiados adultos desconocen, analizarla, pensarla, denunciarla... Pero con eso no basta. Los que estamos ahí día a día, tenemos, además, la obligación de actuar, de aportar lo que esté en nuestra mano (ni más ni menos), pero actuar. Me consta que lograr cambios no es sencillo, pero sí posible. Hay que atreverse e ir intentando poco a poco romper estos esquemas absurdos.
Si no lo has leído, puede que también te interese la entrada del blog del 07.02.11. titulada "Programaciones".
Saludos y gracias por tu participación.