No
importa si aquí el mortecino otoño sigue muriendo o si en otro extremo del
planeta despierta la primavera. La vida y la muerte se convocan en noviembre.
Los muertos cobran vida, los vivos cobran muerte y se generan monstruos e
híbridos propios de Victor Frankenstein.
Se
aproxima también a su muerte el año 2018 en el que se han cumplido dos siglos
de la primera edición de Frankenstein o
el moderno Prometeo de Mary Shelley.
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Primera adaptación al cine de Frankenstein (J. Searle Dawley / 1910) |
Relecturas,
lecturas e indagaciones sobre esta obra, su contexto, sus antecedentes y sus
secuelas, me atrapan en una inmensa telaraña de hilos que entretejen vida y
muerte, espacio y tiempo, realidades y ficciones y, parafraseando a Borges,
“algo que ciertamente no se nombra con la palabra azar”.
Hace
poco más de dos siglos, hubo un verano que se murió antes de nacer; fue frío,
tormentoso, lluvioso y oscuro.
A
mediados de 1815, en Indonesia, en una pequeña isla del mar de Bali, entró en
violenta erupción el volcán Tambora. El fenómeno no solo acabó con la vida de
decenas de miles de personas, también mató el verano de 1816 en todo el
hemisferio norte del planeta.
El
pintor inglés J.M.William Turner lo reflejó en algunas de sus pinturas.
Aquel
verano sin verano, se reunieron en Suiza cinco jóvenes en una villa a orillas
del lago Lemán de Ginebra: Villa Diodati.
Se
sabe que en el siglo anterior aquellas mismas paredes albergaron a destacadas
figuras como J.J. Rousseau o Voltaire. En esta ocasión, Villa Diodati había
sido alquilada por el poeta inglés Lord Byron, que llevó consigo al joven
Doctor John William Polidori como su médico personal y pareja del momento.
Mantenían ambos una relación un tanto tormentosa dominada por Byron, que se
solía referir a él como “el pobre Polidori”.
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Polidori / Byron |
Allí,
el reconocido poeta romántico comenzó a recibir insistentes misivas de una
admiradora empeñada en reunirse con él. Se trataba de la adolescente de 17 años
Claire Clairmont, hermanastra de Mary Wollstonecraft -apenas un año mayor que
Claire-, que poco después se convertiría en Mary Shelley.
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Claire Clairmont |
Ellas,
junto al también poeta Percy Bysshe Shelley, ya pareja de Mary, y William, el
segundo bebé de ambos, pronto acudieron a Villa Diodati invitados por Byron.
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Perrcy Shelly / Mary Wollstonecraft |
Reunidos
los cinco jóvenes entre tormentas bajo el siniestro verano muerto, conversaron
junto al fuego sobre los poderes que habitan en las entrañas de la tierra,
sobre Benjamin Franklin y la electricidad, las ciencias emergentes, los
macabros experimentos del Doctor Dippel en su castillo de Frankenstein, los
secretos de la vida y de la muerte…
Polidori
llevaba consigo un libro de historias alemanas de fantasmas (Phantasmagoriana) que leyeron junto al
fuego de la chimenea alimentando inquietudes y miedos. Fue entonces cuando
Byron propuso que cada uno de los presentes intentara escribir una historia de
fantasmas.
Fruto
de aquel reto, se gestaron los embriones de dos novelas que dejarían huella en
la historia de la literatura (y también del cine).
Polidori
perfiló el argumento del que sería su relato El Vampiro.
Mary,
el de la obra que se publicaría dos años más tarde bajo el título de Frankenstein o el moderno Prometeo.
Y
aquí comienza el intrincado enredo de hilos entrelazados de forma que
“ciertamente no sé si nombra la palabra azar”.
Referiré
sólo los más directamente relacionados con Polidori y Mary:
El
vampiro del relato de Polidori es Lord Ruthven. Todo apunta a que se trata de
un reflejo (valga la contradicción tratándose de vampiros) del propio Lord
Byron, cuya relación con su joven médico parecía ser un tanto vampírica con
ciertos rasgos perversos y vejatorios.
El Vampiro fue la semilla que
influyó en numerosas obras posteriores en torno a este tema, incluida Drácula de Bram Stoker.
Cuando
la obra de Polidori, ya terminada, se publicó con exitosa acogida en 1819, se
atribuyó su autoría al propio “vampiro”, es decir, a Lord Byron.
Posteriormente
este asunto quedó aclarado, sin embargo en 1921, a la edad de 25 años, Polidori
se suicidó. Pero ¿cómo lo hizo?:
Volvamos
por un momento al Doctor Konrad Dippel (1673-1734).
Este
teólogo, químico y alquimista nació en el castillo de Frankenstein (Dramstadt,
Alemania). En él experimentó con la alquimia y la anatomía, lo que generó toda
una leyenda en torno a sus prácticas con intención de dar vida a materias
inanimadas o a transferir el alma de un cadáver a otro.
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Castillo de Frankenstein |
Dichas
leyendas llegaron hasta Jacob Grimm, uno de los dos hermanos que recopilaron los
conocidos relatos de la tradición oral alemana. Este, a su vez, confió dichas
leyendas a su traductora inglesa Mary Jane Clairmont, que no era otra que la
madre de Claire y madrastra de Mary. Así debieron llegar a sus oídos las
leyendas sobre Dippel influyendo en la obra que Mary engendró en Villa Diodati.
Pero el Doctor Dippel del castillo de Frankenstein,
por lo que realmente se dio a conocer en la historia fue por inventar el ácido prúsico
o ácido cianhídrico; la azulada sustancia altamente venenosa con la que
Polidori se suicidó.
Solo
décadas más tarde sería restituida la dignidad de Polidori.
Su
hermana menor, Frances Mary, y su marido Gabriele Rossetti, tuvieron cuatro
hijos: Maria Francesca, Dante Gabriel, Christina Georgina y William Michael Rossetti.
Todos ellos dedicados a la pintura, poesía, filosofía, traducción…
Los
hermanos Rossetti pusieron empeño en
recuperar y reivindicar la memoria de Polidori; especialmente William M., quien
publicó su diario y dignificó la figura de su tío.
Existen
varias hermosas fotografías en blanco y negro de los hermanos y su madre
junto a la baranda de una mansión inglesa en la segunda mitad del siglo XIX. Y,
¡oh maravilla!, ¿quién hizo esas fotografías? Pues… el Reverendo Charles Ludwig
Dodgson, es decir, Lewis Carroll, el autor de Alicia en el País de las Maravillas.
En
cuanto a la obra de Mary Shelley, como es sabido, es una historia preñada de
muertes desgarradoras precisamente en el entorno del monstruoso doctor que da
vida a su monstruosa criatura.
Y
es que la existencia de Mary giró siempre en torno a la idea de la proximidad
entre la vida y la muerte, entre el amor y su ausencia. Fue así antes, durante
y después de concebir su mítica novela.
Mary
era la única hija de William Godwin -político y escritor británico considerado
de los más importantes precursores del pensamiento anarquista-, y de Mary
Wollstonecraft –filósofa y escritora inglesa que estableció las bases del
feminismo moderno-. Esta aportó al matrimonio con Godwin a su hija Fanny, fruto
de una relación anterior; y murió a consecuencia del parto apenas unos días
después de dar a luz a la criatura que llevaría el mismo nombre de la madre
muerta.
El
monstruo de Mary, como ella, no tuvo madre. Y la madre de Victor Frankenstein
muere en un parto.
El
Sr. Godwin se casó de nuevo pocos años más tarde con la traductora Mary Jane
Vial Clairmont, madre de Claire. De este modo, Mary se crió con su padre, una
medio-hermana (Fanny), una hermanastra (Claire) y una madrastra con la que tuvo
tormentosas relaciones.
El adorado poeta de Mary, Percy Shelley, había sido
abandonado por su mujer cuando comenzó el romance entre ellos. La pareja
Shelley tuvo cuatro hijos. Todos, excepto el último, Percy Florence, murieron
entre los 0 y 3 años de vida. La primera niña ya había fallecido antes del
encuentro de Villa Diodati y, muy poco más tarde, Fanny, la medio-hermana de
Mary, se suicidó.
Posteriormente,
además de Polidori, también se suicidarían la primera mujer de Percy Shelley
(Harriet) y la de Byron (Annabella), que lo había dejado por la escandalosa
relación del Lord con su propia hermana Augusta (¿Cómo la de Victor
Frankenstein con Elisabeth?).
Claire
Clairmont y Byron tuvieron una hija, Allegra, concebida a raíz del encuentro en
Villa Diodati que acabó en desastroso matrimonio. Tras ser acogida por unos y
otros a lo largo de su corta vida, Allegra murió de tifus a los 5 años.
Dos
meses después sobrevendría la muerte de Percy. Y dos años más tarde, la de
Byron, que se hizo enterrar junto a Allegra.
Parte
de estos acontecimientos se fueron sucediendo mientras Mary escribía su primera
versión definitiva de Frankenstein o el
moderno Prometeo; compartiendo la historia con Shelley y contando
constantemente con el apoyo del que ya era su marido además de reconocido poeta.
La
obra se publicó en 1818 y se hizo anónimamente para evitar ataques por el
nombre de su autora, su juventud y su sexo, con el fin de que la novela fuera
valorada exclusivamente por sus méritos. Pero inmediatamente (como en el caso
de Polidori), saltó la confusión con respecto a la autoría; se le atribuyó a
Percy, que había escrito el prólogo. No obstante no tardaron en despejarse las
dudas al respecto.
En
1822, Percy moría a los 29 años en un naufragio (ahogado, como su primera
esposa, que fue hallada en el lago Serpentine de Londres).
Mary
Shelley había terminado su novela con esta frase:
Pronto, las olas lo
alejaron y se perdió en la oscuridad y en la distancia.
Diez
días después del naufragio, transcurridos entre el terror y la esperanza, el
cuerpo de Shelley fue hallado. Un libro de poemas de John Keats en su bolsillo
facilitó la identificación.
Su
amigo, el escritor Edward Trelawny –que a su muerte se haría enterrar en Roma
junto a los restos de Percy-, se encargó de que el cuerpo de su amigo fuera
quemado en una pira en la playa. Lo que él relato sobre la ceremonia, dejó
cierta ¿leyenda? relativa al corazón de Percy. Supuestamente, tras haber
resistido a la incineración, el propio Trelawny lo sacó de entre las llamas.
Mary lo reclamó y dijo haberlo guardado envuelto en una página de Adonais, la elegía que Percy había
escrito, un año antes, a la muerte de John Keats.
Trelawny,
que murió en 1881, pidió que se escribieran en su tumba, reservada junto a la
de su amigo, los siguientes versos que Percy Shelley había escrito muchos años
antes:
Estos son dos
amigos cuyas vidas no estuvieron divididas.
Por lo tanto,
permitan que su memoria continúe igual
bajo la tumba: no
dejen que sus huesos sean separados
como no lo fueron
sus dos corazones, que en sus vidas fueron uno solo.
Mary
nació y vivió a la sombra de la muerte.
Tras
la desaparición de Percy, continuó escribiendo y dedicó buena parte del resto
de su existencia a la atención de Percy Florence Shelley, su único hijo vivo.
De
aquellos cinco jóvenes que se encontraron en Villa Diodati poblando de
fantasmas, monstruos y vampiros un verano que nunca llegó, los tres varones
encontraron la muerte siendo aún jóvenes.
Mary
falleció a los 53 años y, curiosamente, la más longeva (80 años) fue Claire Clairmont, la adolescente
cuyo empeño por seducir al excéntrico Lord Byron provocó un volcánico encuentro
de dimensiones monstruosas que sigue depositando cenizas a través de los
siglos.
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