23/6/11

UN ADIÓS A DOS DE LOS BUENOS

Ilustración de Lisbeth Zwerger
Con una diferencia de apenas diez días, han fallecido este mes dos grandes autores:
A Juan tuve el placer de conocerlo en encuentros con niños, con adultos y con libros.
Dicen que, a pesar de nacer marinero allá en las costas gallegas, el azar quiso que fuera escritor; no sin antes embarcar en la Marina Mercante y dar más de una vuelta al mundo.
Quizá por eso trató siempre su literatura de forma austera y sencilla al tiempo que abordaba las profundidades del ser humano - los abusos de poder, la miseria, la injusticia - en libros tan entrañables como aquel "Algunos niños, tres perros y más cosas", entre muchos otros.
De sus intervenciones recuerdo algunos asuntos en los que solía hacer hincapié, además de bromear constantemente sobre sus "orejas desabrochadas".
Si a un niño - decía -, le das a elegir entre encaramarse a una pantalla o a un árbol, siempre elegirá el árbol. Cuando le preguntaban qué libro recomendaría, él siempre insistía en un título: "El viento en los sauces" de Kenneth Grahame. Y añadía: "Porque a mí, particularmente, me ha llenado los rincones del alma."
En sus encuentros con niños, tras contarles alguna historia inverosímil como él mismo, terminaba preguntando: "¿Te lo crees?"
A Juan Farias le enojaba la tendencia de los adultos a ocultar a los niños un hecho tan natural como la muerte, a rodeársela de eufemismos y disimulos. Él había convivido con la muerte desde su más tierna infancia - explicaba -, pues todos los niños de su pueblo sabían que, de entre las gentes de mar que salían a faenar al alba, era muy probable que alguna no regresara o que el mar terminara devolviendo su cuerpo sin vida. La muerte es parte de la vida. Y los niños tienen derecho a saberlo para poderlo asumir.
De modo que Juan no "se nos ha ido", se nos ha muerto, pero nos deja todo un mar de palabras que lo mantendrán siempre anclado a estas costas.
Con Juan Farias y Antonio Rodríguez Almodóvar en Fuenlabrada

Y, pisándole los talones a Juan (a saber qué andarán haciendo esos dos elementos juntos), desapareció también Consuelo Armijo. Una Batauta, una Machafata a la que no tuve el gusto de tratar personalmente, pero alguien que la conocía me contó una vez que, cuando ella se encerraba a escribir peleando entre letras, Batautos y Pampinoplas, se cocinaba previamente una gran perola de... por ejemplo, lentejas; las metía en el congelador y se tiraba semanas escribiendo y comiendo lentejas, escribiendo y comiendo lentejas... hasta que se acababa la historia y la perola. Así salían sus personajes. Ilustración de Francisco Meléndez

Con su humor disparatado cercano al absurdo, compartí puñados de risas con un niño leyendo en voz alta "Mercedes e Inés o cuando la Tierra da vueltas al revés", "Mercedes e Inés viajan hacia arriba, hacia abajo y a través" o "Inés y Mercedes o cuando los domingos caigan en jueves". Pero eso fue un tiempo después de que leyéramos las andanzas de "Los Machafatos": Nadie sabe por qué, / a los machafatos les entró / el parampampé. / Se pusieron a dar saltos muy altos, / muy altos.
Tal vez Consuelo se nos murió de un parampampé, pero seguiremos disfrutando del humor que nos deja.

4 comentarios:

Eliotropo dijo...

¡¡¡Gracias Ana Luisa por estos homenajes a quienes nunca se van aunque desaparezcan!!!
No. No. No me había enterado.

amparo sáez dijo...

Me sumo a este homenaje. De Juan Farias me quedo con "una cinta de dos palmos y pico" y "la larga siesta de papá", son historias que he regalado muchísimas veces. De Consuelo me quedo con el Pampinoplas que leí cuando tenía 10 años.

Dolors Todolí dijo...

Hola Ana, siempre queda en la memoria la palabra de los que aman las palabras.

Dolores

Enlazo tu homenaje desde mis blogs.

Anónimo dijo...

ana luisa yo tengo este libro y esta muy chulo YANIRA 6º